viernes, 1 de mayo de 2009

Un lugar en el mundo


El mundo occidental ha visto pintadas sus valles y sus costas con colores de otras razas, culturas y religiones casi sin esperarlo, o no sé si desearlo, pero así ha sucedido. Y en esta danza de viajes sin retorno y maletas vacías de vida digna España ha sido como esas matronas que ayudaban a nacer a centenares de niños de los que no recordaban no ya su nombre, sino ni siquiera su mirada. Nuestra vieja Iberia, tierra de tantos pasos andados y tantos inquilinos no siempre queridos a lo largo de la Historia, ha recibido a los que llamamos “inmigrantes” con miedo, esperanza, recelo y afecto, todo a la vez, en un ejercicio difícil de explicar. Tanto que, después de varios años, aún estamos leyendo el enunciado del problema.

Pero hay otra inmigración que existe desde hace mucho tiempo y de la que se habla poco. Una inmigración que protagonizan, protagonizamos, centenares de ciudadanos con apellido español o aragonés cuyos antepasados también cantaron la jota, comieron paella, llevaron cachirulo, bailaron sevillanas o cocinaron cocido y que forman parte de ese grandioso colectivo que en Aragón identificamos con una contundente frase: “Es que no es de aquí”.

Son muchas las personas que llegan a nuestros pueblos por motivos de trabajo y tras llevar a cabo una tarea de integración, ayudados en muchos casos por los habitantes del lugar, deciden quedarse a vivir en ellos. Lo hacen porque encuentran en ellos el espacio adecuado para crecer como personas, para progresar profesionalmente y porque aprenden que el Bajo Aragón es una tierra acogedora, amable y con futuro en la que se puede vivir y por la que merece la pena trabajar.

A esos ciudadanos bajoaragoneses, que son muchos y que cada vez son más, es preciso hacerles llegar un mensaje de complicidad y de compromiso común, expresarles nuestra alegría cuando sabemos que se quedan, nos quedamos, a vivir en el pueblo que un día fue tan sólo un punto en el mapa pero que ahora ya es parte de nuestra historia personal. Todos somos necesarios, todos somos parte de un mismo proyecto y por eso es muy importante que la frase “es que no es de aquí” dejemos de utilizarla y aprendamos a manejar otras expresiones más generosas, pues nadie tiene más derechos por haber nacido en un sitio, pero sí se retrata cada uno por sus hechos.

Lo importante, en definitiva, es valorar a las personas por sus decisiones y aceptar positivamente lo que supone elegir nuestros pueblos como el adecuado “lugar en el mundo” en el que ver crecer a nuestros hijos.
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