martes, 22 de diciembre de 2009

Oasis sediento

En la orilla de tus ojos,
allí me encontré con la verdad oculta,
la que imaginé cuando andaba solo por tus palabras nunca dichas.
Sé que cerrarás los labios
cuando acerque mis manos a tu pecho,
el que me espera,
el que no conozco,
pero haré real el beso inventado
por las noches dibujadas en tu espalda.
Y cuando sienta el aroma de tu vientre
haré lento el deseo,
dulce mi lengua,
respirables tus caderas,
las mismas que tiemblan
cuando acorralo con mi cuerpo tu enigma, abierto y ardiente.
Y al final del camino, la boca seca de tanto amar.
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martes, 3 de noviembre de 2009

Hoy vuelvo a respirar

A José Daniel

Este desierto que acabo de atravesar
se me antoja largo y doloroso.
Te he dicho adiós
y parece que nunca hubiera sido noche,
que nunca hubiera nacido la nube negra
que consumió tu corazón,
que nunca el cuchillo de los sueños miserables
se hubiera atrevido a asomar su afilado mensaje.
Este desierto no es urgente,
pero nos aprisiona con su espejo opaco
en el que refleja la soledad
y, en tanto provenimos de horizontes parecidos,
decidimos vivir este exilio común.

Así, buscaré la calma que tu recuerdo me propone,
pues imagino que es un hermoso sendero
el que nos queda por recorrer.
Eso y lo que la vida, la tuya y la nuestra,
ha guardado para todos.
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domingo, 20 de septiembre de 2009

De un susurro naciste

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(Juan Antonio Pérez-Bello)
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La alegría adecuada a tu piel acariciada
sirvió la mejor de tus sonrisas.
Ahí encontré las gotas de la plenitud,
las que me agotan el deseo,
las que nublan mis ganas de noche e infinito,
el mismo que me estremece cuando no hay luz en tu mirada.
Siento la fuerza del hoy acabado,
acostado y mortecino cuando no estás,
cuando me falta tu cuerpo añorado y temido,
el que se atreve con el fondo de la carne buscada y llorada,
el cuerpo que se agolpa en mis músculos tersos
y dispuestos al embate del mar.
El sudor compartido es el mejor alimento,
la muerte viva de los golpes de amor
que encuentran el rastro de la lluvia femenina.
Ese sudor me lo bebo a solas
porque la soledad tiene olor a cielo alcanzado,
a nubes estiradas entre tanto grito de orillas logradas.
Y si llego, que tú estés allí.
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miércoles, 19 de agosto de 2009

Los sueños viven tras su figura

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El cine es un universo tan abierto y ancho que cabe todo en él. Desde películas de corte conceptual cuyo mensaje está reservado a las mentes más sedientas hasta cintas en las que lo importante es que haya un malo, un bueno, un amor y vida, mucha vida, contada, eso sí, con la agilidad que nuestros corazones necesitan.

Puestos a escribir sobre películas que podemos recomendar para que las disfruten este verano, hemos optado por una macedonia de narraciones que tienen entre sí un único detalle en común: todas ellas pretenden contar historias con las que congraciarse con ese ente obtruso y pocas veces escuchado que son los espectadores.

Películas españolas, estadounidenses, japonesas, de acción, de amor, de muerte, de aventura. Cine en estado puro, cine que sigue los mandatos de sus sumos sacerdotes y cine que aborrece la ortodoxia y prefiere recorrer vericuetos nunca explorados aunque sepan que la soledad será su mejor compañera. Cine, en fin, que es de lo que se trata.

Aprendí del sabor de tus ojos

Mishima: una vida en cuatro capítulos. Yukio Mishima es un escritor que forma parte de mi historia personal. Por el solo hecho de ser mencionado en una canción de La Mode ya era suficiente razón para que a mí me pareciese digno de veneración. Eran noches de Mañana, líquidos atardeceres en los que se enredaban nuestros amores y aprendíamos que los besos siempre saben a la chica de ayer. Y en esos encuentros nunca ocultos, siempre gozados, la música de El Zurdo y sus letras minimalistas.
Hoy, años después, el escritor japonés es el protagonista de una de las mejores películas del momento. Está producida por Coppola y Lucas y en ella se nos propone un emocionante recorrido por la vida del mejor escritor japonés de la postguerra. Mishima fue un hombre que vivió marcado por profundos conflictos espirituales que hicieron de él un eterno buscador de la verdad. Vivir en una sociedad hermética y, no se olvide, humillada por una trágica derrota fue su tragedia pues nunca pudo encontrar el punto armónico entre él, su arte y el mundo en el que le tocó vivir.
La película nos lleva hasta el último día de su vida, una vida con la que él mismo decidió acabar delante de sus compañeros de armas en el Cuartel General del ejército practicando un estremecedor ritual japonés, el seppuku. La película tiene toda la fuerza que la cara miserable de la vida nos ofrece cuando uno de sus hijos no es capaz de encontrar la sonrisa eterna y utiliza la técnica del flashback, con continuas referencias a su pasado: su infancia, sus comienzos como escritor, el éxito, su obsesión por la belleza y su tormentosa vida sexual. Cada capítulo es una evocación a su obra literaria, patrimonio cultural de la Humanidad, y juntos conforman un edificio narrativo de primer orden que merece la pena visitar.

Tres días con la familia. El cine español aporta productos realmente interesantes que conviene rescatar de entre la cacharrería americana que, a veces, nos impide ver la limpia llanura. Ese es el caso de “Tres días con la familia”, donde podremos conocer a Lea, una joven que lleva un tiempo viviendo en el extranjero y que regresa a casa cuando sabe que acaba de morir el patriarca familiar. Durante esos días podrá volver a sentir los sentimientos, buenos y malos, de toda la familia Vich i Carbó. Sin embargo, también podrá volver a vivir en carne propia y alma común lo difícil que es sostener ese mundo en el que lo más importante es lo que parece, nunca lo que es.

Tetro. El maestro Francis Ford Coppola vuelve a la dirección, vuelve a su puesto desde el que gobernar parte de la magia que es el cine. Claro, que debe ser muy duro acostarse cada noche sabiendo que ese cuerpo que roza las satinadas sábanas de la mestría ha sido capaz de dirigir enormes monumentos como “El padrino” o “Apocalypse now” y por eso el mundo espera de uno destellos de grandeza de similar importancia. Y no siempre sale.
En esta película conoceremos a Bennie, quien a sus 17 años llega a Buenos Aires en busca de su hermano mayor, un escritor de éxito que se hace llamar Tetro. Sin embargo, cuando lo encuentra se da cuenta de que no es un tipo brillante, sino un hombre autodestructivo que no quiere saber nada de su familia. El joven recibe el apoyo de la novia de su hermano, pero el hallazgo de unos manuscritos donde Tetro revela sus odios familiares, complica la relación, así que Bennie se propone terminar la obra y presentarla a un premio de prestigio.
Este argumento es la razón de ser de esta película, que si hubiera sido formada por cualquier otro seguro que recibiría parabienes y aplauso unánime. Al ser el gran Coppola quien la ha dirigido el tono es un tanto menor, pero eso no obsta para que podamos decir que es una buena película que, además, cuenta con la participación de nuestra Verdú, que poco a poco va abriendo las ventanas del cine internacional.

Ice Age 3. Pocas veces en la historia del cine una saga de tres películas mantiene el tono de la calidad como lo haec “Ice Age”. Si las dos primeras nos enamoraron, la tercera confirma que nos encontramos ante un producto cinematográfico de gran calidad, con unos personajes que ya son unos clásicos y una trama a la que hay que añadir…el amor.
Sí, así es. La simpática ardilla/rata Scrat conocerá a Scratte, que lo volverá loco, lo aturdirá, lo engatusará..En fin, que se nos ha enamorado. Y surgen otros personajes que completan el elenco y cierran, en cierto modo, el círculo, como la comadreja tuerta Buck, un personaje temerario y aventurero que encaja perfectamente en la historia.
La historia arranca con los mamuts Ellie y Manny a punto de ser papás y más nerviosos de lo habitual. Diego, el feroz tigre dientes de sable amigo suyo, se siente viejo y un poco desplazado por la llegada de los cachorros. Las zarigüeyas Crash y Eddie siguen tan inseparables y alocadas como siempre, un poco en su mundo. El más afectado por la noticia es el torpón de Sid, el oso perezoso que pasa el tiempo sin hacer nada, pero que empieza a sentir también la llamada de la paternidad.
Nervioso con su situación personal, Sid se topará con unos huevos que cree abandonados y los cuida como suyos. No tarda en verse a cargo de tres animalitos inusualmente grandes y fuertes para su tierna edad, que lo ven y quieren como padre. Todos felices, o mejor, intranquilos en lo que podrá ocurrir cuando aparezca la madre de esas criaturas con un sospechoso parecido con dinosaurios extinguido. Y la mamá dinosaurio surge, provocando el lógico revuelo. A raíz de este incidente, Sid y sus amigos se adentrarán en un universo subterráneo en el que pervive un mundo prehistórico que creían extinguido.

Despedidas. Esta película japonesa recibió el Oscar a la Mejor Película en Lengua No Inglesa y ya, en su momento, había obtenido 10 galardones de la Academia nipona. El director Yojiro Takita explicó en su discurso de agradecimiento: "La película gira alrededor de la vida y de la muerte, un tema con el que todos podemos relacionarnos. Creo que la forma en la que se enfoca el tema, con ternura y humanismo, puede haber sido una sorpresa para el público".
El personaje central de la cinta es Daigo Kobayashi, un violonchelista que se queda en paro cuando la orquesta de la que forma parte se disuelve. Desesperado, regresa con su mujer a su ciudad natal y acude a una entrevista de trabajo en lo que él cree que es una agencia de viajes.
Allí descubre, con sorpresa y aprensión, que realmente se trata de una funeraria y que necesita el sustancioso dinero que le pagan por amortajar a los difuntos. Con un fino humor y con una gran capacidad dramática el director logra ahondar en los ritos funerarios japoneses y en cómo el personaje principal lucha por liberarse de la presión social para poder enfrentarse a la muerte de una manera completamente diferente.

Homenaje a Pepe Azuara, Alcalde de Alcorisa (1983-2003)

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(Este es el texto que escribí y leí en el acto de homenaje que la Comunidad Educativa del Colegio "El Justicia de Aragón", de Alcorisa (Teruel) rindió a José Ángel Azuara, Alcalde de Alcorisa entre 1983 y 2003 por su contribución a la cultura y su compromiso con la educación en Alcorisa )

Pepe ha sido alcalde de Alcorisa durante tantos años como su pueblo quiso que lo fuera. No hay honor más encendido ni comunión más profunda que la que una comunidad establece con quien le representa y esa antorcha la mantuvo viva mientras nuestra voz, vuestra voz se lo pidió.

Pepe fue alcalde de Alcorisa y ese camino de compromiso lo construyó con la esperanza ciudadana, la que le aplaudía a la luz del día y la que le apagaba las sombras de su trabajo. Destinó su palabra y sus hechos al progreso de su pueblo y encontró compañeros de viaje en puertos ocultos y llanuras despejadas.
Su empresa fue la de muchos y logró sumar el esfuerzo de quienes bebían su misma agua, pero también de quienes miraban horizontes diferentes. Esa fue su grandeza, esa la razón de tantos esfuerzos comunes.

No diré que conocimos a Pepe. Más bien diré que él nos conoció a nosotros. Recibimos su saludo al poco de llegar a Alcorisa y nos regaló un mensaje de futuro cálido. Sus primeras palabras, las recuerdo bien, fueron para anunciarnos un mañana compartido, como si nos quisiera hacer saber que nuestro viaje iba a tener una parada prolongada en este pueblo aunque nosotros aún no lo supiéramos. Nos habló de Alcorisa y nos enseñó que sus calles son, en realidad, amables estancias para el viajero que, despistado o no, ata sus caballerías en la vieja Posada Montaña con la sola idea de pasar una noche, como lo hacía mi abuelo hace tantos años cuando recorría la provincia para transportar cuanto era capaz, y al fin decidiera quedarse a ver crecer la vida. Las recuerdo bien, como recuerdo que no preguntó de dónde veníamos. Eso sí, en seguida nos invitó a su mesa, la del trabajo, la del compromiso, la del esfuerzo. Y nos gustó ver que en esa mesa no estaba solo, sino que había un buen número de proyectos, distintos aunque con un mismo fin, dispuestos al combate por el progreso.

Pepe fue alcalde Alcorisa, pero ha sido, y sobre todas las cosas, alcalde de la Educación y la Cultura. Los proyectos escolares, las iniciativas pedagógicas, los vientos orillados por la experimentación y la reforma educativa siempre encontraron en él a un valeroso paladín, aquel que confió plenamente en nosotros y sembró en campos dispuestos a la luz ancha y limpia. Siempre sentimos que éramos escuchados, comprendimos que éramos comprendidos y abrimos nuestro entendimiento a diferentes formas de entender.

Nuestra Comunidad Educativa, el Campus Educativo de Alcorisa, como gustamos llamarnos según afortunada expresión que acuñamos hace tiempo en una de las muchas reuniones que mantenemos los Equipos Directivos de Alcorisa que, hay que decirlo, son desde hace mucho tiempo reuniones de amigos, ha vibrado con Pepe y sabemos que él también ha sentido el calor de los maestros y maestras de este Colegio. Hemos recorrido caminos de ida y vuelta, hemos descubierto juntos que hay más senderos que ideas y, juntos también, hemos abierto ventanas dispersas que aguardaban impacientes que unas manos firmes como las suyas, decididas como las nuestras, girasen la manivela de la noche para encontrar el azul del cielo.

Y Pepe lo ha sabido. Ha sabido siempre que nuestro Colegio crece cada día y ha compartido con nosotros nuestro entusiasmo, incluso cuando las dificultades nos visitaban, porque nos dio la mano para sentirnos más fuertes cuanto más unidos estábamos; porque cuando notamos el aliento de la dificultad sentimos el calor de su apoyo y porque cuando acogimos los desafíos que la sociedad nos propuso nos prestó su palabra y, sobre todo, sus hechos para completar la llegada al puerto necesario.

Hoy, Pepe, queremos que sientas de cerca el reconocimiento a tu empeño por parte de la Comunidad del Colegio “El Justicia de Aragón” por acuerdo unánime de su Consejo Escolar. Pero queremos, sobre todo, que sientas el aroma de la infancia y la juventud alcorisana, la que fue, la que es y la que será, pues aquí conocieron el conocimiento, aquí supieron del saber y, lo más importante, aquí empezaron a ser ciudadanos. Que mañana, cuando otro sol entre por esas ventanas y otro aire perfume estas estancias, el espíritu que hicimos nuestro y que se encarna en nuestra forma de ser como pueblo y como ciudadanos siga vivo y la Historia sepa que hubo un alcalde, por nombre Pepe Azuara, que entendió que la educación no es patrimonio de las ideas, sino empeño de las personas de bien.
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Contigo

Sé que mis manos merodean la caricia
y anuncio un sendero humedecido por labios expertos.
Si encuentras mi huella síguela,
que te espero al final de tu cuerpo.
Allí encontrarás un abismo de deseo incompleto,
en el que tu lengua galope, suculenta, sobre mi pecho erguido.
Entonces sabré que has obtenido el premio merecido,
cuando aspires el aroma de un torso enhiesto y puro que aguarda, infantil,
el galanteo de tu boca.
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lunes, 17 de agosto de 2009

Por buscar

Por buscar en las tardes soñadas
he abierto los ojos para ver las sonrisas no vistas,
los abrazos que no he recibido,
los besos que no he dado.

Por buscar la mañana despierta
después de tanto amor construido en la noche
he encontrado la manera de ocultar
este acantilado en que se ha convertido mi corazón,
tantas olas agolpadas en mi pecho
que aún siento la humedad del deseo.

Por buscar la boca perdida
prolongo el tiempo que no se encoge
cuando me falta lo más amado,
lo más deseado,
ese dulce estremecimiento
que anhelo cuando no lo tengo
y me asusta cuando se me ofrece.

Si buscar es mi destino
doy por buena la espera eterna,
la misma que me otorgo
en estas praderas amigas del cuerpo nuevo y desnudo
que acoge mis manos.
En esa larga travesía
siento el tacto de la carne cálida y espumosa
en la que poder beber el jugo de los labios enfurecidos.
Si los veo me los quedaré.
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domingo, 2 de agosto de 2009

Hoy

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Hoy hace calor en las laderas de tanta ausencia,
que ya me cansan estos agujeros negros
que se me aparecen a cada instante.
Hoy es el día de soledades anchas,
de alegrías de mar,
de caricias maduras,
de vacíos escuchados,
de besos construidos,
de estrellas próximas.
Cuando llegan, insolentes y cínicos,
me doy al exceso,
al no límite,
al barranco del júbilo.
Hoy sí me gustaría estar cerca de todo. Del todo.
Poder masticar las ganas que tengo,
engullir la tierra que me das,
revivir las estatuas que imagino,
moldear las caderas soñadas.

Hoy es el día para no dormir,
para estar abierto a la noche
y limpiar la soledad invasora e inservible
que me hace sentir tierra de conquista nunca abrazada.
Hoy es el día de sujetar el corazón,
que galopa sin deseos de regresar al pecho
empujado por el escalofrío que recorre el cuerpo a destiempo.
Hoy es el día de garabatear tu espalda.
Hoy no es, pero huelo la voz que me dice que habrá un mañana inmóvil
y un beso para cubrir el deseo dislocado. Mi beso.
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Después, las manos arrimadas,
el pecho grave y dispuesto,
el vientre ofrecido,
las piernas firmes en la acogida
y el sinuoso movimiento de la vida que se queda para darla.
Al momento, los labios estremecidos, existentes, crujientes,
agotados ante la lengua enloquecida,
opacos al grito de placer que no llega porque nadie lo quiere,
que eso es el fin y quién quere terminar.
Las manos revuelven la llanura de tu espalda
y buscan el cielo descifrado entre los pliegues de los gemidos.
Y después me preguntas si veo el mar y nada veo,
pues he cerrado los ojos por ti.
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jueves, 16 de julio de 2009

Se ha caído el día

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Ya se ha caído el día.
Un día completo, pleno, abundante.
Un día con sus llenos y sus vacíos,
esforzado, hambriento, holgazán, saciado.
Un día con su cielo desconcertado y su tierra cierta,
pero día al fin.
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miércoles, 15 de julio de 2009

Mi Real Zaragoza, el aroma del agua azul

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Hoy va de fiesta. El sábado 13 de Junio dirigí mis pasos a la Plazaespaña de Zaragoza cogido de la mano de quien más me quiere y mejor quiero. Ese día respiré, respiré sonriendo y emocionado como, supongo, lo hice hace 45 años cuando en esa misma calle y en aquella ocasión a corderetas de mi padre aclamé, como sólo lo puede hacer un niño, a los Magníficos, que recorrían las calles de mi ciudad con la Copa del Generalísimo lograda después de derrotar al Atlético de Madrid por 2 - 1 con goles de Lapetra y Villa. Respiré emocionado, como cuando hace 31 años celebré el ascenso a Primera en un mágico 23 de Abril después de haber soleado mi corazón aragonés en la manifestación por la autonomía esa misma mañana. Respiré ilusionado, como lo hice hace 23 años, aquella mañana de domingo en la Plaza del Pilar en que recibimos a los héroes del Calderón que habían derrotado al Barça con gol del Poeta al malogrado Urruti en la Final de Copa del 86. Respiré, en fin, como lo hicimos miles de zaragocistas esa tarde, porque nuestros ojos ya divisan un horizonte claro y abierto, el que merecemos, el que añoramos, en el que hemos crecido y nos hemos hecho hombres y mujeres.

Todo había acabado. O mejor: todo empezaba de nuevo. Recibimos a los héroes, a nuestro guerreros sonrientes, esforzados en la batalla, suaves en la alegría. La gente alegre cantaba y gritaba frases bien cosidas que levantaban el color zaragocista hasta el cielo que se negaba a llover, como si no quisiera romper la celebración.

Llegó el autobús y llegó la algarabía. Como sé que ocurrió hace tantos años, en 1951, por ejemplo, cuando el Real Zaragoza derrotó al Real Murcia por 3 - 2 en un agónico partido y supo que era equipo de Primera tras una inacabable espera de veinte minutos cuando se consumó la derrota del Málaga ante Las Palmas por 4 - 1. El zaragocismo protagonizó entonces una multitudinaria peregrinación hasta el Pilar para celebrar el ascenso y la ciudad vibró como nunca. Como el sábado. Había que ver los rostros de los miles de presentes y los gestos entregados de los jugadores y el cuerpo técnico. De jugadores como Ander, futuro del Real Zaragoza, y de Fabián Ayala, historia viva del fútbol mundial y, ahora mismo, zaragocista por los cuatro costados.

Acompañamos al autobús, enfundados en nuestra emoción, y después optamos por regresar a la Campana de los Perdidos, templo de melodías y añoranzas. Allí nos esperaba el amor. Allí estaba el futuro. Como en nuestros corazones. Ya estamos en Primera otra vez. Ya estamos en casa.

lunes, 13 de julio de 2009

Al lado de esas traviesas (VI y último)

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Y todo pasó tal y como anunció el hombre dolmen, el alto, el enhiesto. Aquella tarde de primavera, cuando veintidós hombres luchaban por el honor de la tribu, cuando toda una ciudad abría la boca para absorber la gallardía de sus gladiadores, el cielo se cubrió de un manto vivo y ancho. Sus colores eran tan rojos como la pasión de un joven que explota su amor en el primer encuentro, como la saliva caliente de un beso largo y deseado. Así se extendió aquella propuesta de colores que, durante unos minutos, estiró la mirada de los espectadores, en un movimiento vertical de sus cabezas más parecido al asombro que al miedo, como si todos deseásemos que aquello que contemplábamos significase el fin de nada y el comienzo de todo. Fueron unos minutos, pero temblamos como niños y hasta los futbolistas detuvieron su vigor, como si quisieran mostrar que ellos, auténticos dioses en la tierra, reconociesen el poder que no puede estar en otro sitio que no sea el Cielo.

Al día siguiente, los periódicos hablaban de globos sonda, de fenómeno inexplicable, de amenazas deseadas y temidas al mismo tiempo. Hay quien se atrevió a mencionar esas naves circulares que cuadran a veces el espacio. Eso quedará, como quedó la premonición del hombre vertical, el que se acercó a un grupo de niños y les dijo que esa tarde iba a llover marrón. Se equivocó en el color, pero supo que la tierra acogería el llanto del pasado para dibujar días más luminosos. Como este que respiramos hoy.
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FIN
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jueves, 9 de julio de 2009

Al lado de esas traviesas (V)

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El estadio estaba lleno, lo recuerdo bien. Era un partido con doble página. Es verdad que un Zaragoza Madrid siempre ayuda a calentar el aire, pero aquel servía, además, para enfriar el latido de un 1 de Mayo que recorrería las calles de un país gobernado por un mediocre hombrecillo que decía vivir para Dios y la Historia, así, con mayúsculas. Por eso, las televisiones mostraban lo mejor del equipo del régimen y la audacia de un puñado de jóvenes que lamían la nuca del poderoso. Aquella Liga sería la del 6 a 1 a la opulencia.
(continuará)
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miércoles, 8 de julio de 2009

Al lado de esas traviesas (IV)

Yo no sé si los demás le entendieron. Yo sé que me estremecí, que era un tipo esquinado y lateral que miraba con tierra en los ojos y no me gustó nada. Y me asusté, aunque eso no es importante, porque yo era un chaval temblón y fácil para el chascarrillo de los compañeros de juegos, aunque me querían. Claro, que eso lo supe años después, como tantas otras cosas.

El hombre alto, enhiesto casi, que así escriben y sueñan los poetas, tiró una amarillenta colilla al suelo, dio media vuelta y se fue. Nosotros vimos con alivio que llegaba Rubén y también emprendimos nuestra habitual y ritual caminata, rumbo al templo de la furia colectiva. Esa tarde hablamos poco, si bien las roncas voces de Paco y Luis, los mayores que ya empezaban a cambiar la voz, servían para marcar nuestro territorio y decir con fuerza que aquel tipo no tenía media hostia y que la próxima que me lo encuentre igual le parto la cara, ¿o qué? Esa era la filosofía de Paco, qué se le va a hacer, y el tiempo marcaría su destino como no podía ser de otra forma, llevándole a la cama de una mujer que le daría cinco hijos y al taller de un explotador que le quitaría cinco vidas.
(continuará)

martes, 7 de julio de 2009

Al lado de esas traviesas (III)

Habíamos quedado citados en la esquina de la calle del pino para emprender el largo camino que nos llevaba cada quince días al campo de fútbol del equipo de la ciudad. Era un recorrido delgado, esbelto a veces, que completábamos con ritmo de cobre en formación desordenada, pero que servía para conocernos más y decorar nuestras espinillas con las piedras que saltaban a nuestro paso. Sólo faltaba Rubén, el más alto de todos, para emprender la marcha cuando aquel hombre que permanecía de pie, a unos cuantos metros de nosotros, desde hacía algunos minutos, se acercó hasta nosotros y nos preguntó si pensábamos ir al fútbol:

- Sí.

- Pues hoy llorará el cielo. Y serán lágrimas marrones.

(continuará)

lunes, 6 de julio de 2009

Al lado de esas traviesas (II)

Conversábamos de todo, hasta de la nada, hasta de lo que no conocíamos ni habíamos siquiera soñado; hablábamos bajo el cielo rojo del verano, bajo las puntas de las estrellas de las noches cortas, bajo el aliento de los que nos criaban y nos mandaban a las calles, a patear sonidos, lamentos, jadeos y miradas diagonales, de esas que traspasan aunque no entiendas nada. Como cuando cayó en medio de la calle un condón usado por el deseo rasposo de los dos reclutas que alquilaron el tercero B y hacían el amor con aquellas dos chavalas que estudiaban en la Universidad pero se reían como dos rayos blancos de atardecer. Pero no es eso de lo que quería hablar, sino de lo que sucedió aquella tarde del mes de abril.

(continuará)

Al lado de esas traviesas (I)

Crecí al lado de esas traviesas que componían la espina dorsal que maldita la manera en que separaba el barrio en dos mantos blanco y negro, por no decir “tú de aquí, yo de allá”. Era “la vía”, a partir de la cual nacía y moría cada una de las dos formas de sentir la vida. La zona oeste se hallaba acostada en las marginales laderas de La Camisera, que era como un submundo donde pasaban cosas y vivían vidas con tormenta. Rara vez (nunca) me aventuré por sus calles, ni yo ni los chavales de mi cuadrilla, por lo que de peligro suponía hacerlo. Los personajes más pendencieros del barrio surgían cada noche de sus parcelas y los apellidos más ilustres del hampa local dormitaban tras las cortinas que, a modo de poderosos muros, protegían cada casa. Eran baratos mantos de tela rígida que presentaban sus respetos al paseante embozados en gruesas y veteranas manchas que nadie se preocupaba en hacer desaparecer. Alguno de esos príncipes de la tropelía acostumbraba a merodear las salidas de los colegios, a modo de precoz traficante de palabras prohibidas, y aprovechaba los momentos de soledad de algunos grupos de pequeños escolares que se quedaban rezagados para robarles los objetos más apreciados del momento: chivas (canicas), estampas (cromos), tacos de goma o tabas. Lo hacían con violencia en minúscula, pero violencia al fin, y no era extraño que los mocos que se secaban en las comisuras de sus labios quedasen como rastro en la mejilla del atracado, que bien poco podía hacer si no era añadir su nombre a la lista de víctimas.

(continuará)

viernes, 3 de julio de 2009

Será

Miraré las aguas de mis silencios

con la fortaleza del que aspira

a ser fiel a su corazón

y morir con el único orgullo posible.

Me iré

y diré que mi cielo es blanco y azul.

Hablaré con la voz intencionada,

a las calles abiertas por tus labios

y estaré siempre ocupado

en esos días que renovaste

tu gesto dispuesto.

jueves, 2 de julio de 2009

Esperar

He tenido que esperar.

Porque esa nube abría los ojos

cuando había que dormir.

Porque esa estrella doblaba la almohada

cuando había que reír.

Porque ese río cantaba cristal

en medio de la tormenta.

Porque esa ladera mecía su cadera

y no había melodía.

Nos has hecho esperar.

Y olvidar que no se te olvida,

que pasan los días

y el sonido de tus ojos es un aliento de presencia.

He tenido que esperar

para darle la espalda al miedo

y ponerle cuatro silencios

a este ruido que nos ocupa el corazón.

¡Hay que ver cómo se cae el aire!

No te imaginas cómo llueve hoy

en la boca de la tierra.

Si te das cuenta

todo llama a tu palabra,

como cuando la regalabas

a los niños que se acercaban a tu paisaje.

Los niños, todos.

He tenido que esperar.

Mirar al amor y sujetar con fuerza la mañana.

Doblar la esquina de la rabia,

besar con la voz el vacío de la amiga

y encontrar la última luz de esperanza en el nombre de tu vida.

Vida sobre vida.

Ahora que ya escampa,

que ya sabe más suave la niebla,

que los días se abren con pereza de compañera,

ahora, te digo,

diremos el nombre de tu miel.

Hermosa coincidencia.

Supiste elegir la dulzura de los tres.

Hoy por mañana

El futuro no se nos ha ido.

El viento dejará los insomnios adormecidos

y todo será como antes,

como las tardes incontenibles,

como las vidas mejor vividas.

sábado, 6 de junio de 2009

La televisión, esa inocente culpable

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Hace algunos días asistí a una charla-coloquio que ofreció mi buen amigo Salvador Berlanga en torno al tema “Educación para el consumo”, organizada por FAPAR, el IES “Damián Forment” y el Colegio “El Justicia de Aragón”. Fue una deliciosa tarde en la que pudimos disfrutar escuchando las palabras firmes y cargadas de sentido común a las que nos tiene acostumbrados. Firmo todo lo que allí se dijo y le agradezco, igual que lo hice en persona, su franqueza y su valentía para bien de quien le escuchamos y de la educación de nuestros niños y jóvenes.

Así y todo, hubo una afirmación que deseo comentar, pues me parece que algunas veces las ideas pierden su significado si son repetidas demasiado y, en ocasiones, sin haber reflexionado lo suficiente. Allí se dijo: “Hay que ver menos la televisión y hablar más con nuestros hijos”. Y vi cómo todos los asistentes asentían, complacidos, ante semejante aseveración. Lo que yo propuse en ese instante fue modificar una palabra, sólo una, y decir: “Hay que ver menos “esta” televisión” pues creo, y lo creo firmemente, que la televisión es una herramienta muy útil en nuestra vida, que puede ser de una gran ayuda en la educación de nuestros hijos y nuestros alumnos. Y es que hay “varias” televisiones. Está la televisión de “Física y química”, la de “Gran Hermano”, la de “O.T.” y la de “La noria”, pero también está la televisión de “Canal de Historia”, de las retransmisiones deportivas vistas en familia, de las buenas películas compartidas o de las series de calidad (y aquí cada uno tiene que mojarse y elaborar su propia lista) disfrutadas juntos. Y “esa” televisión no perjudica, no aliena, no ensucia, no distorsiona. Al contrario: hace nuestra vida mejor, nos ayuda a crecer, instruye y favorece las relaciones personales.

Llevo muchos años trabajando con los medios audiovisuales, hablando de cine, enseñando que el vídeo y la televisión son utensilios educativos y formativos y que, utilizados con sentido común (y ya es la segunda vez que utiliza esta expresión en este artículo), son unos excelentes compañeros de viaje. De ello hablo en el blog “televisionescolaralcorisa.blogspot.com”, en el que procuro compartir ideas, experiencias, ilusiones y proyectos.

En casa se ve la televisión, pero se ve con criterio, se ve siempre juntos, se negocia lo que vamos a ver y la utilizamos como elemento que nos acerca, nos hace cómplices y nos permite crecer y aprender. Y así, créanme, sí se puede ver la televisión.
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miércoles, 20 de mayo de 2009

A Antonio, el horizonte cercano

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La vida es una película cuyo guión no lo escriben los actores. Cuando emprendemos los caminos que el destino nos ofrece nunca sabemos si llegaremos al final o alguna mueca que el futuro nos dedica romperá nuestros sueños en mil pedazos. Esa mañana ocurrió esto último.


Esa mañana, digo, estuvimos juntos. Hablamos con el afecto que habíamos aprendido a compartir, aunque nuestras palabras parecían más apagadas que siempre. Entonces no supe por qué. Nosotros, que éramos dueños de tantos días acompañados y tantas conversaciones acordadas, tuvimos un encuentro tenue, suave, como quien teme romper una frágil escultura, pero la despedida fue como todas, cálida, y anunciadora de un pronto encuentro. Sin embargo este ya no se dio.


Conocí a Antonio el 1 de Septiembre de 1991. O mejor: conocimos, pues fuimos mi mujer, Concha, y yo quienes vivimos ese momento juntos. Y juntos fuimos acogidos en su casa ese mismo día, en que nos presentó a Mª Jesús y a su hijo Antonio. Ese gesto nos confortó, pues significó que esa nueva vida que entonces empezaba para nosotros la podíamos recibir con la ilusión y la templaza que nos transmitieron, en una agradable sobremesa en la que también estuvo Antonio Martínez, la otra media luna de “los Antonios” y que guardamos en la memoria para siempre como un momento inolvidable.


Después vendría el trabajo en común, el compromiso con el Colegio y con Alcorisa, los proyectos conjuntos y la complicidad. Saber que entre nosotros había una relación profesional que en muy poco tiempo se convirtió en una relación personal en la que lo más importante era la libertad con que nos hablamos, nos tratamos y nos quisimos. Vivimos multitud de situaciones que nos ayudaron a crecer, a mí como su sempiterno discípulo y a él como a un eterno meritorio capaz de asumir los vertiginosos cambios sociales, culturales y educativos que llegaban sin pedir permiso pero que hizo suyos con la prudencia de que hacía gala en cada decisión que tomaba.


Antonio compartía nombre con mi Antonio, mi padre, mi sangre manchega, mi raíz alcalaína. Una curiosa coincidencia que nos divertía y nos unía un poco más, pues unidos hemos vivido estos años de principio y fin de siglo. Antonio ha sido uno de mis maestros. No en el aula, no con la pizarra como compañera, pero sí en la vida, sí en el ejercicio de esta bendita profesión que nos ha unido y nos ha permitido recorrer juntos tantos senderos. Él, que estaba enamorado del amor por Mª Jesús; él, que enseñaba tanto porque tanto aprendía; él, que elegía siempre escuchar pues así se sentía más vivo, supo saber que es de necios saber que sabes y por eso eligió los caminos de la presencia permanente. “Hay que estar”, solía decir y nosotros asentíamos. También supo elegir a sus amigos, con los que vivió en primera, segunda y tercera personas la lealtad, esa escasa mágica virtud que el practicó como pocos y que le permitió recibir el reconocimiento de su pueblo de adopción, Alcorisa, cuando fue nombrado pregonero de sus Fiestas de Septiembre. Mayor reconocimiento de toda una comunidad no existe y él aceptó orgulloso en su humildad, pues sabía que ahí se escribía, con letras blancas como la tiza, como su cabello generoso, el afecto de varias generaciones. Y sus amigos, decía, que había que ver la sonrisa de otoñal complacencia que nos regalaba cuando nos veía a los tres juntos, a Benito, a Ángel y a mí mismo o cuando nos reuníamos además, como en el mar abierto, con Antonio Martínez y Salvador. Nuestra unión era su triunfo, el del esfuerzo común.


Antonio abrazó el viaje infinito cuando el sol invernal nos sugería el encuentro y la celebración del amor. Hundió su sonrisa porque sabía que esconderíamos las lágrimas, esas que vencían la batalla del dolor porque son nuestras amigas cuando andamos en la noche. Huyó de la agonía, pues su tiempo hablaba de presencias habitadas y ausencias escritas, tantas como él había mostrado. Hoy, mañana, las voces de los niños, los que fueron y serán, se convierten en la mejor oración que podamos ofrecer a quien escribió en nuestros corazones versos de inseparable añoranza.


Adiós, Antonio. Adiós, maestro. Adiós, amigo.

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viernes, 1 de mayo de 2009

Un lugar en el mundo


El mundo occidental ha visto pintadas sus valles y sus costas con colores de otras razas, culturas y religiones casi sin esperarlo, o no sé si desearlo, pero así ha sucedido. Y en esta danza de viajes sin retorno y maletas vacías de vida digna España ha sido como esas matronas que ayudaban a nacer a centenares de niños de los que no recordaban no ya su nombre, sino ni siquiera su mirada. Nuestra vieja Iberia, tierra de tantos pasos andados y tantos inquilinos no siempre queridos a lo largo de la Historia, ha recibido a los que llamamos “inmigrantes” con miedo, esperanza, recelo y afecto, todo a la vez, en un ejercicio difícil de explicar. Tanto que, después de varios años, aún estamos leyendo el enunciado del problema.

Pero hay otra inmigración que existe desde hace mucho tiempo y de la que se habla poco. Una inmigración que protagonizan, protagonizamos, centenares de ciudadanos con apellido español o aragonés cuyos antepasados también cantaron la jota, comieron paella, llevaron cachirulo, bailaron sevillanas o cocinaron cocido y que forman parte de ese grandioso colectivo que en Aragón identificamos con una contundente frase: “Es que no es de aquí”.

Son muchas las personas que llegan a nuestros pueblos por motivos de trabajo y tras llevar a cabo una tarea de integración, ayudados en muchos casos por los habitantes del lugar, deciden quedarse a vivir en ellos. Lo hacen porque encuentran en ellos el espacio adecuado para crecer como personas, para progresar profesionalmente y porque aprenden que el Bajo Aragón es una tierra acogedora, amable y con futuro en la que se puede vivir y por la que merece la pena trabajar.

A esos ciudadanos bajoaragoneses, que son muchos y que cada vez son más, es preciso hacerles llegar un mensaje de complicidad y de compromiso común, expresarles nuestra alegría cuando sabemos que se quedan, nos quedamos, a vivir en el pueblo que un día fue tan sólo un punto en el mapa pero que ahora ya es parte de nuestra historia personal. Todos somos necesarios, todos somos parte de un mismo proyecto y por eso es muy importante que la frase “es que no es de aquí” dejemos de utilizarla y aprendamos a manejar otras expresiones más generosas, pues nadie tiene más derechos por haber nacido en un sitio, pero sí se retrata cada uno por sus hechos.

Lo importante, en definitiva, es valorar a las personas por sus decisiones y aceptar positivamente lo que supone elegir nuestros pueblos como el adecuado “lugar en el mundo” en el que ver crecer a nuestros hijos.
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domingo, 12 de abril de 2009

BALCEI, la voz prolongada

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En el Bajo Aragón conviven muchas miradas cálidas que completan un esfuerzo común. Es una tierra en la que se hablan dos lenguas y se escuchan mil melodías, en la que se actúa en decenas de escenarios y se pintan cientos de lienzos. Y también es un territorio en el que ajustan las palabras docenas de cronistas que han tomado la realidad de sus pueblos como el mejor argumento para construir esos monumentos vigorosos y siempre jóvenes que son los periódicos locales. Y de uno de ellos escribiré, pues en cada una de sus páginas veo mi esperanza escrita y en todas sus frases encuentro la razón de nuestra voluntad: hablo de BALCEI, el periódico local de Alcorisa.

BALCEI es la vocación transformada en mensaje, una vocación hecha de pueblo puro, sólo posible por el derroche de la lumbre que acoge al caminante cansado de oscuridad y que en sus páginas encuentra la luz. Es un periódico que acaba de cumplir veinte años y que ha contemplado, con asombro inexplicado unas veces, con amable complicidad otras, cómo dormía un siglo y nacía otro en una comunidad, Alcorisa, siempre alerta para no desairar a ese gallardo doncel que es el Futuro.

El suspiro inapagable que es BALCEI encuentra su sentido cuando, cada dos meses, le muestra al mundo el fruto del trabajo de todos los alcorisanos. Las asociaciones, espejo del corazón que late bajo la tierra que nos alienta, encuentran en sus páginas el surco en el que sembrar; los partidos políticos, voz de nuestros anhelos, vierten sobre el blanco de sus páginas sus apuestas por un mañana siempre mejor; los ciudadanos, oasis de vida abierta, saben que no hay más patria que la libertad de expresar las ideas que queman el alma.

Y todos y uno, pues semejante cuerpo irrefutable, este BALCEI al que esperamos cada dos meses como el agua que riega los árboles inesperados de nuestros días, es más próximo, más pueblo, más nosotros porque su Director, Antonio Martínez, le aporta el aire urgente y soñado que necesita para que nazca cada poco, para que viva siempre.

Su sueño, que es dibujar cada poco un nuevo camino para que quienes nos sucedan puedan recorrerlo mientras saben quiénes fuimos y por qué merecemos seguir siendo. Su sueño, por el que trabaja cada momento escuchando a todos, uniendo a los diferentes y entendiendo siempre que su único horizonte es construir una sociedad en la que podamos verle el rostro a la verdad.
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sábado, 28 de marzo de 2009

Las palabras huelen a viento

La sangre acostumbra a galopar por caminos limpios y siempre abiertos. Así fue durante aquellos meses rojos que viví, recién cosidos los ochenta, en las calles que Madrid dispuso para acoger las olas nuevas de la libertad. Fueron días volcánicos en los que escribí versos vanidosos pero sinceros, dedicados siempre a las chicas que ocupaban mis sueños enfebrecidos en los que nunca vaciaba mi deseo, quizás por pudor, quizás por temor. Lo cierto es que viví en la ciudad de las noches luminosas aunque lejanas en las que el susurro de los besos añorados ocupaba el jergón de mis recuerdos.

Crecí y maduré y una tarde encendí la llama de la memoria cuando mi padre me habló de Andrés, su padre. Me contó que era moreno de altura, bajito de mirada y fuerte de piel, que movía los ojos con la fluidez del agua de tormenta que acaba las tardes de verano, con la misma insolencia que los vientos azotan las mejillas de las doncellas. Me dijo que eso le hacía dueño de una presencia ágil y estremecida y que sus manos las recordaba breves y escondidas.

Creció en una casa grande, pobre y humillada, vaciada por la desgracia. Ahogado por la oscura desesperanza de quien no ha visto la luz de la justicia, mostró un agreste desacuerdo con su destino. Miró por última vez la llanura inacabada, la de los campos del Jiloca que parecen perfilar los cielos para dirigir nuestra fortuna gracias a los peirones, como el de Santo Domingo, el Perillán que guarda en su mirada una dulzura que le acompañaría más allá del llanto por la casa alejada. Marchó al país extraño, donde encontró un tajo áspero y mal pagado, pero al menos su espalda ya no tenía que sufrir el latigazo de la sospecha ni el mordisco de la amenaza. Trabajó como nadie lo había hecho antes, probablemente porque ningún hombre guardaba tanta ira en su corazón como él era capaz de acoger y enviaba a casa cada moneda fabricada con gotas de sal rabiosa. Esas gotas construyeron cada uno de los surcos que desde entonces dibujaron sus mejillas y cada una de las sonrisas apagadas que aguardaron el momento de volver a ser el mejor de los regalos para ese hijo que quedó amarrado al abrazo de la madre seca y rota. Ese hijo que ahora tenía ante mí contraído por las palabras deslumbradas que se incrustaron en mi mirada con la fuerza de la muerte: “Mi padre murió y nunca sabré dónde está su cuerpo”.

Bebí el tiempo que me quedaba con la calma que me dio la mujer que decidí amar y los hijos que quise concebir. Sin embargo, no he conseguido encontrar las fuerzas necesarias para abrir la caja en la que guardo todas y cada de las cartas que ese hombre, cobarde y bravo a la vez, me ha ido enviando desde hace treinta años. El mismo hombre que permitió que su nombre se fundiese en las nieves invernales que cubrieron su recuerdo en las que me dice que el miedo a estar vivo le venció y que por tal temor renunció a la luz del amor.

Penélope Cruz, la caricia irrevocable


Penélope Cruz ha cruzado todos los ríos de gloria que han mostrado el camino hacia la luz. Penélope ha hecho verdad uno de los versos que atraviesan la melodía de la canción que sugirió a sus padres el nombre que la haría estrella, cuando Serrat cantaba “Y espera a que llegue el primer tren”. Es la mujer que toda cámara adora, la sonrisa que todo galán desea besar, la mirada que todo cuerpo anhela recibir, la voz que todo amante añora cuando el deseo arrecia y acosa nuestros sentidos, las manos que todo cuerpo pretende conocer, el aroma que la niebla busca cuando no hay más luz que la noche concluida.

Aspiro a entender cada día menos el brillo de las estrellas, pues así seré digno compañero del silencio, sin duda el mejor amigo cuando se acoge uno al abrazo de una sala de cine. Aspiro a no entender las razones que han llevado a la Academia de Hollywood a premiar a Penélope con el Oscar, pero cierto es que sentí muy próxima la ternura con que Pedro Almodóvar le aconsejaba, pocos días antes de la ceremonia, qué ropa debería vestir y qué peinado debería lucir. Aquel amor que se adivinaba tras cada palabra fue un esbelto mensajero que ayudó a que nuestra Chica de Alcobendas mostrase lo mejor del talento latino a través de una dedicatoria muy emotiva a Alcobendas, el pueblo en el que “este no era un sueño demasiado realista” cuando, siendo niña, disfrutaba de esta ceremonia junto a su familia. Penélope ha besado el Cielo y pocas veces el Tío Oscar ha reposado en manos más jugosas que las suyas.

Juan Antonio Pérez-Bello
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¿Y qué hay de ese cine de aquí?

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El patio ibérico, cuando de cine se trata, anda expectante por dos motivos. Uno, que 2008 ha sido un año relativamente bueno, pues se ha mejorado en medio punto la cuota del año anterior; dos, que este es año Almodóvar y Amenábar, y eso es motivo para frotarse las manos, tanto por la calidad de sus propuestas como por el gusto que va a dar ver esas colas ante las taquillas de las salas de cine españolas. Porque será así, ya lo verán.

Podríamos hablar de casi veinte títulos que ya tienen su maquinaria echando fuego por cada fotograma y de algunas de ellas vamos a aportar algunos detalles que contribuirán a calentar los corazones y disponerlos para beber cada palabra, cada melodía, cada gesto de los actores que recrearán estas historias.

“Los abrazos rotos”. Dirigida por Pedro Almodóvar e interpretada por Penélope Cruz, Blanca Portillo, José Luis Gómez y Lluís Homar. He visto a Penélope con una mirada diagonal, desmadejada, mientras sostiene con sus labios pares un cigarrillo por encender y he sentido un exilio encendido dentro de mí. He visto la espalda de una pareja abrazada al viento del mar inquieto y he sostenido la respiración que anuncias. He visto un suspiro suspendido en dos cuerpos recogidos sobre un sofá sobreviviente y he cantado a la orilla de tu voz. Los abrazos rotos harán respirable esta vida desierta.

“Ágora”. Dirigida por Alejandro Amenábar e interpretada por Rachel Weisz, Max Minghella y Oscar Isaac. El género histórico no es habitual entre nuestras paredes y por eso hay doble motivo de satisfacción. Amenábar nos lleva de la mano de su sabia dirección y nos propone conocer a Hipatia de Alejandría, una mujer excepcional, filósofa y astrónoma que vivió en Egipto en el siglo IV. Ya ha empezado la promoción de la película y estamos, sin duda, ante un excepcional acontecimiento cinematográfico, una película basada en hechos reales que conforma una apuesta que satisfará los gustos más exigentes.

“Room in Rome”. Dirigida por Julio Medem e interpretada por Elena Anaya y Natasha Yakovenko. Cine íntimo, un auténtico berredor de vientos de pasión, perfecta mezcla de deseos abrazados y líneas invisibles que unes a dos mujeres seguras del amor que se tienen y de una pulsión sexual que rasgará las voluntades más horizontales del espectador. Su desnudez abrasará nuestras almas a veces encogidas por el miedo a amar.

“Biutiful”. Dirigida por Alejandro González Iñárritu e interpretada por Javier Bardem, Maricel Álvarez y Blanca Portillo. El encontronazo entre la necesidad de un padre abandonado por la vida de forma salvaje y cruel y la obligación alineada de un oblicuo policía que encuentra los caminos siempre rectos para hacer que la ley sea ley. Bardem es el rey de los trapicheos, el monarca de los trileros de alma rota y cuerpo umbrío.

“El mal ajeno”. Dirigida por Óskar Santos e interpretada por Eduardo Noriega, belén Rueda y Angie Cepeda. La amenaza que un médico no muy hábil con los afectos sufre es el detonante de una historia desnuda de razones y vestida con sensaciones sobrenaturales en la que todo se parece más a un despilfarro emocional que a una narración sujeta al destino.

“REC 2”. Dirigida por Jaume Balagueró e interpretada por Manuel Velasco, Jonathan Mellor y Juli Fábregas. ¿Viste “REC”? ¿Se estremeció tu anacarado corazón, a salvo de espinas narrativas y no pudiste dormir sin que tus labios temblasen al compás de los gritos de sus protagonistas? ¿Colgaste tu biempensante mundo del techo y le diste tres vueltas a las tuercas del pánico? Si es así, recuerda que el temblor del Universo lo provocan las agridulces carcajadas que la muerte nos regalará cuando veamos esta película.

“Hierro”. Dirigida por Gabe Ibáñez e interpretada por Elena Anaya, Bea Segura y Mar Sodupe. La cabeza se puede perder pro amor y el corazón te lo puede romper una ola de deseo que cubra tu razón, pero la vida te falta cuando tu hijo desaparece y nada ni nadie puede colmar el vacío que te come a cada segundo. La muerte nunca se acepta, jamás le damos cobijo y sólo las palabras mordidas por esos vientos que deja la desesperanza pueden enfriar la llama de la noche.

“El baile de la victoria”. Dirigida por Fernando Trueba e interpretada por Ricardo Darín, Abel Ayala y Ariadna Gil. Cuando el cine se enamora de la literatura nacen obras como esta, vibrante narración que rescata de la espuma de la mañana el hálito de la venganza hacia los perros que construyeron aquella esponja infecta que fue la dictadura chilena. Así y todo, incluso en momentos de nieve comida por la angustia puede haber amor, el que recorre las venas del hombre herido por la injusticia cuando conoce a una mujer capaz de parecer el vino de los caminos aún no andados.

“Celda 211”. Dirigida por Daniel Monzón e interpretada por Luis Tosar, Antonio Resines y Alberto Ammann. Es ahora una novela de Francisco Pérez Gandul la que seduce a la cámara para relatar las estériles 36 horas que dura un motín carcelario en el que la sangre encogida querrá huir de las galerías del desconcierto. Tosar es el líder de la revuelta, el espíritu apátrida y desolado que buscará regresar al aliento quemado por la cárcel aunque para ello tenga detener el Universo o beberse las huellas de una esperanza demasiado gastada.

He escrito estas palabras cuando aún no he vivido ninguna de estas historias. Espero paciente su llegada a esta terraza en que ahora descanso donde caben tantos relatos como deseos guardo para mí.

Juan Antonio Pérez-Bello

Peña "Juan Señor", la eterna llama azul

(Este artículo me fue publicado en el nº 40 de "La Crónica del Bajo Aragón")

Vivimos en Territorio Asociación. En cada esquina de nuestros pueblos luce un luminoso donde se puede leer: “Peña…”, “Asociación…”, “Agrupación…” y eso es un hecho que perfuma nuestra vida y hermana nuestros esfuerzos. Hoy hablaré de una de ellas: la Peña zaragocista “Juan Señor”, de Alcorisa.

Y es que vuela mortecino el aire azul, que duerme el sueño de la miseria de ver a su equipo en Segunda División. Las tardes que otras temporadas eran una explosión de júbilo blanquillo son en estos momentos páramos de vientos secos y oxidados que arrastran cada latido con la fiereza del verdugo. En los últimos años he podido respirar la euforia de victorias épicas de las que guardo cálido recuerdo, pero no son las alegrías propias a costa de tristezas ajenas lo que me hace mostrar el orgullo de ser peñista. Sé, y me gustaría que todo el mundo lo viviera así, que el deporte es confrontación y que así debe ser, porque si existe el contrincante es para que yo pueda saber hasta dónde puedo llegar. Pero sé también que una peña de fútbol, una peña zaragocista, es un lugar de encuentro y un momento para la confidencia y la camaradería, como cuando tuve el honor de compartir mesa y palabras con Violeta, uno de mis ídolos de niñez, que me confesó que “quedándose en el Real Zaragoza había hecho feliz a mucha gente”.

Ver un partido de fútbol en la Peña “Juan Señor” tiene un componente mágico. Podemos estar inmersos en una ácida discusión, alborozados en la refriega dialéctica o debatiendo sobre la importancia de ser zaragocistas, un aspecto este que deriva siempre en ver quién lo es más, pero hay un punto en que todos los planetas se detienen y los sistemas solares interrumpen su expansión: un gol del Real Zaragoza. Ahí, en ese instante se caen los argumentos, se mueren las diferencias y se agotan las opiniones encontradas y sin saber por qué el abrazo camarada se convierte en el símbolo de nuestra unión, ora en la alegría, ora en la tristeza.

Es cierto que vivimos golpeados por los escombros y sabemos que nos va a costar salir mucho de este paisaje en el que el estupor y la soledad son nuestros compañeros, pero diré que esta angustiosa travesía está siendo menos dolorosa porque la puedo vivir junto a mis amigos de la Peña, a los que no les pregunto ni su nombre ni de dónde vienen: me basta con saber que en su corazón brilla esperanzada la corona del escudo del león.

Juan Antonio Pérez-Bello

Alcorisa, la sonrisa bilingüe

(Este artículo me fue publicado en el nº 39 de "La Crónica del Bajo Aragón")
Ahora que las palabras son más audaces y el porvenir se asoma con gesto seguro es más honesto hacerle caso a la Historia y convenir que los sueños están hechos de la misma materia que la esperanza. Al igual que Martin L. King, nosotros también tuvimos un sueño. En efecto, we had a dream.

Alcorisa es el lugar que hemos elegido para vivir, trabajar, amar y crecer y en él, en ese sueño, nuestro pueblo se convertía en una comunidad en la que el lenguaje era su herramienta más preciada, en la que sus ciudadanos abrían las ventanas a otras formas de entender el mundo y aprender que la línea del horizonte es un abrazo con lo que no conocemos pero anhelamos hacer nuestro. En el sueño contemplábamos otras culturas y veíamos a sus ciudadanos hablar dos lenguas, dos universos unidos.

Soñábamos que los jóvenes de Alcorisa se acercaban a la vida empleando dos idiomas. Uno, el propio, el que llamamos castellano (o español, depende esto de que nos avergüence o no la tiranía de la corrección), que es nuestra alma y nuestra madre. Otro, el idioma universal, el inglés, que es la llave del futuro, la puerta por la que llegar a un mañana más abierto donde el progreso es el compañero inseparable. Dos lenguas para una comunidad dispuesta a la superación y el bienestar de nuestros herederos.

Con sólo soñarlo ya merecería la pena vivir, pero podemos mostrar nuestra alegría cuando el Colegio “El Justicia de Aragón” ya lleva cuatro años trabajando en un Proyecto Bilingüe que hará, junto al IES “Damián Forment”, que este sueño sea una realidad dentro de unos años. Nuestros alumnos ya están siendo educados en dos idiomas y están entendiendo el mundo y la vida en dos idiomas: español e inglés. Esta apuesta, que no es sólo del Colegio, sino de Alcorisa, es la decisión más trascendente que en términos sociales se ha tomado en nuestra localidad en los últimos años. Conlleva unas consecuencias que transformarán extraordinariamente el tejido económico, empresarial, cultural y social, más allá del nivel educativo que cada ciudadano alcance. Poder contar con ciudadanos capaces de comunicarse naturalmente en dos lenguas es un capital humano de tal calidad que sólo el paso de los años nos permitirá valorar en su justa medida.

Sí, tenemos un sueño. Y lo estamos cumpliendo, con entusiasmo y con capacidad de compromiso y esfuerzo compartido. Y sí, hemos comprobado que los sueños se cumplen. Yes, we can.

Juan Antonio Pérez-Bello
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Antonio, la palabra sin días

El 11 de Junio de 2001 fue un día especial en el Colegio de Alcorisa y, por abrazo emocionado, en Alcorisa. Nos visitaban D. Fernando García Vicente, Justicia de Aragón, y D. Bernardo Bayona, Presidente del Consejo Escolar de Aragón. El motivo, la celebración del XXV aniversario del centro y la imposición del nombre que nos identifica: “El Justicia de Aragón”.

Alcorisa, con su alcalde, D. José Ángel Azuara, a la cabeza se sumó a la fiesta y decidió recorrer una vez más el camino que lleva a sus hijos “a escuela”, un sendero despierto y abierto al final del cual espera siempre el cobijo de las palabras de sus maestros.

Aquel acto fue un canto a la voluntad compartida, escrita con hechos fértiles e ideas soñadas, un mensaje de aliento a quienes siguen el camino aunque éste a veces se muestre agreste, inesperado. En él habló el Sr. Bayona, con quien me reencontraba tras tantos años, pues suyas habían sido las primeras lecciones de Filosofía que recibí a finales de los setenta. Habló y expresó su convencimiento de que nuestra tarea, el universo en que sorteamos el luto de la ignorancia es una sugerente llamada al esfuerzo común.

Las palabras de mi antiguo profesor llegaban hasta mí como quien evoca un viejo aroma, pues durante dos años las había recogido en aquellos apresurados apuntes que tomábamos bajo nuestra agitada juventud. Pero las recibí con tanta más claridad porque a su derecha se sentaba otro de mis maestros, un hombre que esos días preparaba su adiós a la enseñanza y su saludo a la vida abierta y rebosante del descanso bien ganado. Y recuerdo que la tarde era cálida y se prestaba a la ironía cómplice, como cuando le pregunté a nuestro Justicia qué le parecía que un Colegio, cuyo Director se llamaba Antonio Pérez, llevase a partir de ese momento el nombre de la institución que él encarnaba. La risa que suscitó semejante reflexión y la ingeniosa respuesta del Justicia logró que la sonrisa de Antonio, D. Antonio, ensanchase un poco más el horizonte de los afectos entre los presentes.

Como hoy, cuando años después ha decidido cerrar la puerta de la escuela, apagar las luces del cielo y echar un último vistazo al recreo de la vida, esa que nos dio, esa que abandonó cuando aún le esperamos, cuando aún le queremos.

Juan Antonio Pérez-Bello
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A Alicia

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Descubro las letras que me salen al paso
y en todas ellas, Alicia,
encuentro un ramo de vida.
No tanto por el brillo de tu recuerdo,
como por el sonido de tu voz.
Descubro palabras con los ojos abiertos,
como esas mañanas que adivino
entre tanta sonrisa por llegar,
tanto amor que recibiste de quien tanto te quiso.

Se me ocurre que esa cabecita
tan llena de viento libre
caviló un futuro que ha llegado más deprisa de lo que deseaste,
pero ya está aquí, Alicia,
insolente y galán, como es él.
Y está aquí, porque tú, recuérdalo, lo llamaste.

Los días te ofrecieron su mirada inapagada
y abriste cada una de las páginas
que los ríos del saber te mostraban con su ingenuo galope.
Elegiste el sendero de la entrega,
esa que exige que tu corazón sepa de caminos encontrados,
de manos tendidas y voces unidas.
Tantas sonrisas a la vez, tantas frases a la vez, tantas veces a la vez.

Y todas las alegrías oportunas
las guardaste en un recodo de tus noches,
para que nadie las toque,
para que nadie las confunda
con las gotas que el sudor o el rocío
han dejado en la tierra que te propone un oasis de memorias recogidas.

Porque no ha habido deriva en tu continente
ni tu espalda añoró las alas que no tuvo.
No ha hecho falta.
Nunca hará falta.

El mar
es como la tentación que anuncia la botella errática
que alguien lanzó a los brazos de las olas.
Pero hay muchos mares, tantos como rostros sinceros has conocido.
El tuyo, Alicia, ha llevado dibujado en cada golpe de espuma
la mirada de un niño,
el aroma de un niño,
el tacto de un niño,
la música de un niño.
Como estas melodías que te regalamos,
que hoy son como las gotas de la lluvia bendecida por la tierra
y mañana serán el beso de tus recuerdos.

Esa mujer, esta mujer, eres tú,
cosida a la vida que has amado
y al hombre que elegiste
y te eligió como el mejor sol posible.
Juan, Alicia, es como esa puerta que te abre las calles para que las camines,
para que las conozcas,
para que te lleven hasta el país de las bibliotecas eternas
en las que no caben más historias
porque la mejor de todas ellas, Alicia,
está por escribir.
Y serás tú quien ponga la palabra fin.