jueves, 26 de julio de 2007

El Diez, siempre el Diez

(Publicado en BALCEI, en Julio de 2006)

Nino Arrúa era bajo, moreno y audaz. Su nariz, capricho de dioses guaranís, se adelantaba al viento y golpeaba la red del contrario con la voracidad propia del hambre del que huyó. Su júbilo lo mostraba con sus dos brazos abiertos y los puños cerrados, como si su triunfo fuese atrapar la gloria en sus dos manos pequeñas, y emprendía siempre una carrera que le alejaba de los amigos que le perseguían para abrazarle. Nunca lo conseguían.

(De pie) Nieves, Rico, M. González, Violeta, Blanco y Planas. (Agachados) Rubial, García Castany, Ocampos, Arrúa y Soto. Esta es una alineación típica de la Temporada 1973-74

Aquella mañana de domingo cruzó, señorial, el umbral del Campo de La Camisera. Hacía frío, el cielo era gris y su abrigo loden de paño marrón cubría su cuerpo, ya he dicho que moreno. Su pelo era negro y seco y brillaba casi tanto como los ojos de los niños que nos acurrucamos bajo su estampa. Firmó autógrafos, habló con todos y siguió con una mirada fija y recta las jugadas de los futbolistas del Oliver. No perdió detalle. Aquel día volví a casa y le dije a mi padre que había estado con Arrúa y le enseñé la mano que me estrechó y le mostré la firma con su nombre. Quise ser el diez, como años antes soñé con el diez de Villa. El diez, siempre el diez.

Ese diez me ha llevado por la senda de la necesidad hecha virtud y no podía ser de otra manera. Alemania da sus últimas bocanadas cuando escribo esta página, España se fue a por ellos pero en realidad a lo que fue es a por uvas y el Sabio (¡Dios mío, a cualquiera le acoplan el adjetivo reservado a los elegidos!) se revela (atención, con uve) como un gran estratega y ahora dice que se queda. Y mientras todo eso ocurre, se me ocurre hablar de cine, que es lo nuestro. Y de fútbol, como consuelo a la decepción, bálsamo para la frustración y algodón para esas heridas abiertas que, en realidad, nunca se cerraron.

El cine y el fútbol. Se han dado la mano en varias ocasiones, y en algunas de ellas con acierto, arte y hasta cierta belleza. Y pocos momentos más propicios que ahora para darnos un breve paseo de la mano de estas dos pasiones que uno cultiva con suave emoción cuando las circunstancias se lo permiten. ¡Ondeen las banderas, suenen los himnos, cúmplanse los ritos!

La nómina de películas que han tenido al fútbol como protagonista o excusa argumental no es tan larga como para hablar de género, pero sí habría como para organizar un ciclo digno en el que brillarían algunas pequeñas joyas junto a productos menos recomendables. Generalmente este tipo de relatos suelen dirigirse al comienzo de los tiempos para lucir más y mejor, pero nosotros optamos por abrir la lata por el final. En España se estrenó el año pasado un producto que tenía al muy popular Fernando Tejero como actor principal: “El penalty más largo del mundo” (2005) no fue una muy acertada película, si bien trataba de aprovechar el tirón televisivo del Emilio de “Aquí no hay quien viva” para darle un pequeño bocado a la taquilla nacional.

Una de las aventuras más originales la ha protagonizado hace algunos meses el director cordobés Gerardo Olivares, que presentó el pasado mes de abril “La gran final”, una película cuyos protagonistas son una caravana de tuaregs en el desierto de Níger, una tribu de indios en la selva amazónica y un grupo de nómadas en medio de la nada en Mongolia, cuya única obsesión es ver la final entre Alemania y Brasil del Mundial de Japón y Corea de 2002. Ese es el hilo argumental de esta comedia “a caballo entre el documental y la ficción. La parte que refleja cómo se vive en estos tres lugares es real, yo inserté la historia del fútbol», explicó Olivares cuando presentó la película quien, en sus 15 años de viajes por el mundo para hacer documentales, ha visto la pasión que levanta el fútbol. «Una vez, después de 11 días de caminata, llegué al Himalaya y a 4.500 metros de altitud había una foto de Ronaldo al lado de una estatua de Buda».

En 2002 la directora Gurinder Ghadha llevó a la pantalla “Quiero ser como Beckham, en la que conoceremos a Jess, una chica de 18 años que sólo tiene una idea en la cabeza: quiere jugar al fútbol como su héroe, David Beckham, la estrella (entonces) del Manchester United. Para Jess, eso significa darle patadas a un balón en el parque con sus amigos, hasta que la descubre Jules, una joven que la invita a unirse al equipo de fútbol femenino local. Pero los padres de Jess no entienden por qué no puede parecerse a su hermana mayor, Pinky. El título original, Bend it like Beckham, hace referencia a una típica jugada del famoso futbolista y la fuente de inspiración fue la pérdida del partido por Inglaterra frente a Argentina en el Mudnial de Futbol de 1998 y el fervor que despertó.

De ese mismo año es “Días de fútbol”, película construida al rebufo del éxito de “El otro lado de la cama” y que pretendía lograr parecidos logros, para lo que utilizó gran parte del equipo de la película de Colomo. Sin embargo, el resultado ni siquiera se le acercó, si bien el fútbol tenía un protagonismo en clave de “banda-de-amigotes-que-se-reúnen-para-eructar-juntos-y-secarse-los-mocos-con-unas-cuantas-birras-bien-frías”.

El fútbol, ya decimos, no ha inspirado especialmente al cine, si bien hay algunas historias que han merecido la atención de la crítica y el público. Hace pocos años Gonzalo Suárez dirigió a Carmelo Gómez en “El portero”, una historia basada en un relato de Manuel Hifalgo en el que el actor leonés da vida a un forastero que llega en su camioneta a la taberna de un pueblo asturiano. Se trata de Ramiro Forteza, un portero de Primera División que, por culpa de la Guerra (estamos en 1948), ha cambiado los estadios por las plazas de las aldeas. Forteza explica a los lugareños su espectáculo, un reto de penaltis con unas monedas en juego para quien consiga batirle. Entre los asistentes, un entusiasta Tito, el hijo de Manuela, una mujer desconfiada por haber sufrido en carne propia los estragos de la barbarie y de la marginación. Fue una afortunada incursión del cine español en los territorios del deporte del patadón, un reto que no siempre se había aceptado con acierto.

Se había intentado en los años 50, cuando figuras del balompié como Kubala, Di Stéfano o el propio Ramallets consiguieron atraer la atención de algunos productores, y fue entonces cuando se rodaron películas como “Once pares de botas”, “Saeta rubia” o “¡Kubala! Los ases buscan la paz”. Sin embargo, no hace falta decir que las dotes interpretativas de estos grandes jugadores no llegaban ni a la sombra de su calidad como futbolistas, por lo que los resultados no fueron muy interesantes.

Sin embargo, de todas ellas, seguramente la película más popular que tiene al fútbol como prtagonista es “Evasión o victoria”, un alegato por la libertad con un partido de fútbol entre alemanes y prisioneros aliados como telón de fondo y para cuya interpretación se contó con leyendas vivas y futbolistas en activo de la categoría de Pelé, Ardiles o el propio Bobby Moore. La calidad del filme viene avalada por la dirección del gran John Houston, quien fue capaz de sumar talento deportivo y capacidad interpretaiva, con actores como el firme Max Von Sydow y el histriónico Sylvester Stallone, poco antes de comenzar su exitosa serie como “Rambo” y una vez que ya había conocido el éxito como Rocky.

Y por finalizar nuestro artículo, y con la sana intención de que nos quede redondo, proponemos una lista de películas menos conocidas pero que aportan calidad, sentimiento y emoción al tiempo que dignifican al fútbol. Sugerimos su disfrute y emplazamos al lector para que se una a nuestro homenaje a ese deporte que, como dijo Jorge Valdano, “es la cosa más importante de las cosas poco importantes”. ¡Viste!

“Pelota de trapo”, de Leopoldo Torres (Argentina, 1948). Un chico – hijo de obreros – sueña con llegar a convertirse en “crack” de fútbol. En tanto, practica con sus amigos con una pelota de trapo, y a duras penas logra cambiarla por otra de cuero. Adulto, cumple su sueño, pero una enfermedad lo obliga a retirarse del fútbol antes. Acumula algún dinero a riesgo de su vida, para brindárselo a los suyos. Luego, se casa con su novia de la infancia.

“El hincha”, de Manuel Romero (Argentina, 1951). En esta película, historia de Julio Porter y Enrique Santos Discépolo, con mucho de El cañonero de Giles, ingresa el fanático del fútbol a la galería romeriana de arquetipos porteños. Además, la barra del café, el partido del domingo, el ritual del antes y después del estadio, junto al gastado tema del crack que abandona su modesto equipo por la plata grande, y los fantasmas del soborno y del descenso.

“El hijo del crack”, de Leopoldo Torres (Argentina, 1953). Armando Bó aparece como un astro del balompié en decadencia venerado por su hijo. Para no desilusionarlo, el crack vuelve a jugar pese al peligro que corre.

“El cura Lorenzo”, de Augusto César Vatteone (Argentina, 1954). Esta película cuenta la vida del cura Lorenzo Mazza, inspirador del club San Lorenzo de Almagro. “Me acuerdo como si fuera hoy cuando el cura Lorenzo nos cruzó en la esquina de Treinta y Tres y México (el cura de la parroquia Salesiana San Antonio, que tenía la escuela) y nos vio jugando al football allí, sabiendo que el día anterior el tramway casi había pisado a uno de nosotros por correr un balón, y nos ofreció jugar en la canchita de la parroquia. Zorro el cura, ya que el negocio era que a cambio asistiésemos a misa todos los domingos”.

“El milagro de Berna”, de Sönke Worttman (Alemania, 2003). El 4 de julio de 1954 el seleccionado nacional alemán disputaba la final del Mundial de fútbol. El gol definitivo de Helmut Rahn que dio el triunfo a los alemanes por 3 a 2 frente a los húngaros, significó mucho más que la obtención de un título deportivo. En tono nostálgico Wortmann cuenta de la vuelta de los últimos sobrevivientes alemanes de prisiones rusas, sus búsquedas por reencontrar un lugar en sus familias y en la sociedad, la reconstrucción del país, y la ilusión del renacimiento como nación generada por el triunfo futbolístico.

“La otra final”, de Johan Kramer (Países Bajos, 2003) es un sensible retrato de un partido amistoso y de dos países, dos culturas. Después de la derrota de Holanda en la clasificación para el Mundial de Japón y Corea en 2002, surgió allí una grandiosa idea. Invitar a los dos últimos del ranking de selecciones nacionales – Bután, un reino en el Himalaya y la isla caribeña de Montserrat – a jugar un “partido decisivo” por el penúltimo puesto de la lista. El partido se jugaría el 30 de junio de 2002 en Thimpu, capital de Bután, en coincidencia con el día en que en Yokohama se celebraría la final del Mundial de la FIFA.

“Fútbol como nunca”, de Hellmuth Costard (Alemania, 1970). El 12 de septiembre de 1970 es un día soleado en Old Trafford. El Manchester United disputa un partido de liga contra el Coventry y gana 2 a 0. Una victoria sin grandes consecuencias, ya que en esta temporada el Manu jugó un papel secundario en la liga inglesa. Sin embargo, de este partido se ha conservado un documento único en la historia del cine y la televisión. Hellmuth Costard, uno de los directores de cine experimental más importantes del cine alemán durante los años sesenta y setenta, observó durante más de 90 minutos con ocho cámaras de 16 mm al jugador con el número 11, a George Best, el símbolo del clásico volante izquierdo.

miércoles, 25 de julio de 2007

A Pepe Viyuela

(Publicado en BALCEI en Noviembre de 2006)

Prefiero los teatros pequeños, que me acojan, en los que puedo ver a la gente y hasta puedo escuchar lo que dicen”. Y sí, y ellos te prefieren a ti, porque tu propuesta no es pequeña, por mucho que los espíritus grises no lo puedan ver. Nos abres los brazos con tu palabra y podemos escuchar lo que dices. Así, ¿no crees?, todo queda en casa, que es lo mejor que se puede decir de un teatro: que su platea sea el salón, que el palco sea tu alcoba y el gallinero esté tan cerca del cielo que casi se confunda con el brillo de los rayos de Zeus.

“¡En un teatro nos teníamos que reeencontrar!”. “¿Y qué mejor lugar para hacerlo?”. “Tienes razón, ¡qué mejor lugar!”. Allí sentado, apoyando mi brazo en el recuerdo de aquellas mañanas limpias, sentí un breve temblor, una especie de cosquilla tibia que me emocionaba. Tus espectadores veían al actor, al payaso, al creador de mundos imposibles de tan propios que son, al constructor de golpes blancos capaces de extraer lo mejor de nosotros. Sin embargo, ¿sabes una cosa?, yo pude ver mi cara en ese espejo que nos pones delante, aunque muchos no lo sepan, para que podamos reconocernos en él cuando sales al escenario, cuando pides perdón por estar, que ya es pedir, cuando coges la guitarra y aciertas su caricia, cuando abres que no abres la silla que no se deja abrir y sujetas la escalera que te ha de llevar al perfume del amor surgido de la nada y descubres que el deseo que te nubla la vista, esa cara de mujer guapa e imposible, desaparece de ti porque se cae o lo tiramos o te lo quitamos o nos lo arrebatas.

Pude emocionarme y me emocioné, te decía y fíjate si fue urgente la alegría que me acompañaba que pensé que aquel hombrecillo que pululaba entre el desconcierto y la voluntad de comunicar era uno de esos regalos que a veces merecemos que alguien nos haga aunque no haya motivo. Así pues, decidí decidir que esa noche aquella butaca era mi lugar en el mundo, aquel teatro mi palacio, aquel escenario el mundo en el que todos vivimos y aquel personaje, desnudo y atribulado, aunque feliz en su lucha desigual con la norma, mi igual.

Encerrona”. Nos preguntamos por qué llamas a tu propuesta así. Supe leer que pretendes decirnos que estamos en el mundo, en el escenario, sin haberlo pretendido, que alguien nos ha puesto ahí porque nos ha dicho que ese es el camino y siempre están esos espectadores, que no dejamos de ser sino nosotros mismos, que nos piden y hasta nos exigen que actuemos, que hagamos algo, que nos demos, y si pretendemos escapar siempre hay una mano invisible, una voz invisible, una mirada invisible que nos lo impide.

Vemos que en tu espectáculo, ni la voz entrecortada, ni las conversaciones interrumpidas, ni los gestos esforzados logran que el protagonista pueda ser dueño de su destino. Siempre hay un espacio equivocado, un objeto rebelde, un peldaño obstinado dispuesto a recordarle al comediante que hay una única forma de entender la vida. Por eso, a lo mejor, él mismo procura buscar caminos laterales, diagonales, impares. Se nos enseña que hay que subir la escalera por el lado de los cinco peldaños, pero es memorable su intento por demostrar que el camino más corto es el de los dos peldaños. Se nos dice que una silla debe utilizarse abierta y vertical, aunque conmueve su idea de solicitar siete más para que, una sobre otra otra, conformen una sólida tarima. Se nos muestra a un ciudadano de espaldas a un auditorio, aunque lo cierto es que es el patio de butacas el que debería trasladrse al lado opuesto para disfrutar del trabajo del actor. El mundo al derecho mostrado del revés.

Intentamos saber: ¿Será esa la manera de mojar el desierto? ¿Podremos, así, secar el océano? ¿Lograremos, de este modo, airear las putrefactas conciencias de los poderosos? ¿Conseguiremos, en fin, encerrar en un corazón limpio las lágrimas innecesarias que recorren tantas mejillas inocentes? Tú me dejas, lo sé, hacer esas preguntas a quien se rió esa noche sin saber que nos querías decir todo eso. Porque por un momento quise creer que todos los que allí estábamos recibimos el mismo mensaje de la misma manera.

Yo me impuse la necesidad de creer a quienes construis estos senderos y pretendéis colocar en nuestra mochila personal puñados de palabras felices, pero tuve también la impresión de que algunas carcajadas se volvían estériles cuando rebotaban en las paredes del Teatro Municipal de Alcañiz. Lo digo porque te gusta contar que es importante transmitir valores, ideas buenas, frases escarvadas en caminos que parecen polvorientos pero que esconden apuestas fértiles.

Ubicamos la noche. Esto me lo decías cuando me contabas que te gusta viajar, pero que te gusta hacerlo como el payaso que vive en ti plácido y dispuesto al combate por la sonrisa. Tambien me contaste que aprecias recibir la paz de los niños que se alegran de ver que hay gente que se acerca a ellos y no les quitan nada.

Esos niños son felices cuando descubren que quienes os acercáis a ellos les dáis todo lo que tenéis, entre otras cosas, gozo por vivir. Y esa es la foto que me quiero quedar, una foto en la que veo gente cerca de la gente, ofreciendo calor, rompiendo soledad, haciendo amigos, acercando el tiempo, buscando a veces hoy para entender ayer.

La noche se mostró propicia para reir y reir y también para aprender (¡qué viejo soy, que aún quiero aprender!) que aquel titiritero del alma que vertía su sabiduría sobre ese escenario negro, en el fondo pretendía algo muy simple. Lo que quería es que la mujer de la fotografía, esa mujer cuya sensualidad le impulsó a jugarse la vida trepando por aquella escalera maldita, le quisiera, le dijera que era el hombre más maravilloso del mundo, le hiciera saber que lo deseaba con la fuerza de todos los poros de su cuerpo y que anhelaba el momento en que sus poderosos brazos la abrazaran hasta beberse todo el jugo de su pasión. Es decir, aquel pobre diablo se había enamorado. ¿Hay algo más vulgar y sublime a la vez? Seguramente no. Pero lo supe gracias a esa hermosa encerrona que sirvió para vernos, estar y comenzar. Otra vez, como entonces.

Ahora, sin embargo, sé más: sé que ser grande es saber ser pequeño con quien más débil es.

Juan Antonio Pérez-Bello

La fortuna de ser afortunado

(Publicado en BALCEI, Enero de 2007)

El pasado mes de Diciembre se celebró la XI edición del Festival de Cine de Jóvenes Realizadores de Zaragoza. Se trata de una de las citas más frescas, dinámicas y activas que tienen lugar en España cada año y que se desarrolla gracias al empuje y la obstinación de la Asociación “El Gallinero” y sus afanosos miembros, entre quienes destacan José Luis Anchelergues, Archy, y Miguel Ángel Marco. En la organización del evento hacen falta muchas colaboraciones para que el mismo sea posible, como la del Ayuntamiento de Zaragoza, que lo hace a través de su Concejalía de Juventud. Sin embargo quizás las más valiosas, por el cariño con que impregnan estos días las pantallas zaragozanas, son las de los amigos y gente del cine que se acercan hasta ZGZ para darle forma como ejemplo de proyecto común.

A Archi tuve ocasión de conocerle hace algunos años, cuando Maestrazgo Imagen era una realidad peculiar, innovadora y apuesta, como un joven ávido de pasiones y aventura. Aquellos días logramos que todo los festivales y muestras de cine que se celebraban en nuestra tierra uniesen sus esfuerzos para conformar lo que, durante un tiempo, fue la Red de Festivales de Cine de Aragón. Era ésta una iniciativa insólita en nuestra comunidad e, incluso, en España, pero lo que nació siendo una bonita esperanza acabó muriendo silenciosa y, eso sí, sosegadamente. En aquellas reuniones en las que también participaban los intrépidos José María Pemán, del Festival de La Almunia, o nuestro apreciado José Antonio Aguilar, de Fuentes de Ebro, se intercambiaban perspicaces frases, se compartían inteligentes ideas y se acompañaban sutiles mensajes que traslucían lo que todos queríamos que fuese el futro del cine en Aragón. Pues bien, de aquellas soleadas noches uno siempre guarda lo mejor que cada uno supo poner, y fue mucho, te lo aseguro, amable lector.

He mencionado a Archy y a Miguel Ángel Marco, y ambos tuvieron que ver con nuestra recordada muestra de cortometrajes aragoneses. El segundo no sólo como compañero de viaje, sino también como concursante en Maestrazgo (Territorio) Imagen, en el último Rally Audiovisual que se celebró en 2003. Desde entonces, siempre que nos vemos intercambiamos amistosas frases. Y fue precisamente en uno de esos encuentros en casa de Julián Martín, impagable y no sé si impagado colaborador de Alcorisa durante varios años, donde me propuso formar parte del Jurado del Festival de Zaragoza para elegir el mejor cortometraje español en formato de cine, mejor actriz, mejor actor, mejor montaje y mejor banda sonora. Recibí sus palabras con la lógica alegría e ilusión y dije que sí. ¿Volver a encontrarme con viejos amigos y sentirme parte activa de un acontecimiento de tal entidad? Dos razones seductoras que me cogieron de la mano y me llevaron el 6 de Diciembre al Hotel Catalonia, lugar de encuentros y combates, si es que la batalla del amor puede librarse tan cerca de la Historia y tan lejos de la soledad.

La mañana vino con una maleta de niebla debajo del brazo, pero en el hall del hotel me esperaba Archy y allí tuve ocasión de saludar a los otros dos miembros del Jurado: Pimpi y Antonio Sempere. Al primero ya lo conocía, pues este joven realizador turolense había visitado el Colegio “El Justicia de Aragón” junto a la periodista Silvia Barraca, de TVE en Aragón, para realizar un reportaje sobre nuestro Canal Pispotero, la Televisión Escolar de Alcorisa, en Octubre de 2004. Del segundo tenía referencias culturales: periodista, crítico de cine, escritor, su obra la conocía como lector, pero ese día tuvimos ocasión de compartir decisiones y charlar sobre cine.

Por delante, el visionado de veintitrés cortometrajes, todos ellos rodados en formato cine, que conformaban una buena muestra de lo que se hace ahora mismo en España. Directores más o menos noveles que cuentan para sus trabajos con actores desconocidos o figuras consagradas de la escena y la pantalla españolas. Pudimos disfrutar de los trabajos, breves en ocasiones, intensos siempre, de José Coronado, Imanol Arias, Santiago Segura, Cesáreo Estébanez o José Sancho, todo ello en dos sesiones largas pero interesantes en las que nos reímos, nos estremecimos, nos emocionamos, nos sorprendimos y, también, nos aburrimos o manifestamos nuestra indiferencia. Para romper la densidad del visionado, comimos juntos y lo pasamos muy bien en lo que fue una agradable y cálida sobremesa. No faltaron, por cierto, las palabras de ánimo y las frases ácidas hacia quien no sabe ver con la claridad del poema y sólo se siente vivo cuando transita los callejones oscuros de la necedad. ¡Ah, los páramos de la cultura que algunos cultivan con arados de estupidez!

Fue un buen trabajo, hecho con afecto e interés. Llegada la noche, algo que sucede prematura y desvergonzadamente en estas fechas, y una vez firmadas las actas que otorgaban carta de naturaleza a lo que allí se había decidido, bebimos una cerveza. La conversación se hizo la dueña de la reunión, seguíamos hablando aun sin dejar de trabajar, pues la actividad en la planta sótano del hotel, donde la organización había establecido la oficina del certamen, no cesaba. Después, las despedidas. Pero antes, el saludo de Archy y la frase, sobre la que me otorgo la licencia del silencio y el placer de la intimidad.

De vuelta a casa, recorrí algunas de las calles que contemplaron nuestras sonrisas juveniles y fueron cómplices de nuestros primeros besos. Las luces enredadas, los paseos cruzados, los aromas confundidos fueron los mejores compañeros de viaje en aquel recorrido decidido y regalado que me dispuse a saborear ajeno a ese violín al que la muchacha moldava acariciaba con la sabiduría de quien sabe mirar el cielo bajo el mar. Reanudar el pasado no es posible, ni siquiera aconsejable, pero a veces gusta darle permiso al corazón para que te diga, con la suavidad cómplice de quien te quiere, que hay momentos para ti y lugares para todos.

El sábado, 9 de Diciembre, tenía lugar la Gala del Festival en el Auditorio de Zaragoza. Había recibido la invitación para asistir a la misma y no dejé pasar ese tren ocupado por decenas de jóvenes creadores a los que les espera lo mejor y lo peor que la vida nos ofrece. Como a todos, por otra parte. Así, elegí la mejor de mis fortunas, le propuse un paseo por la noche de las pantallas blancas y aplaudimos el talento, escuchamos las voces nuevas y las palabras viejas, estas últimas pronunciadas por Fernando Guillén, y nos sentimos partícipes de aquel acontecimiento cuando los presentadores, guiados por la profesionalidad de Luis Larrodera, leyeron en medio de los nervios y la inquietud propias del momento, los nombres de los ganadores. No hubo premio mejor que vibrar con cada sílaba, sabiendo que una parte nuestra quedaba para siempre grabada en la historia del cine aragonés.

Juan Antonio Pérez-Bello

Volverte a ver

(Publicado en BALCEI, Septiembre de 2006)

Jack Sparrow ha vuelto. Atrapado por su pasado, enganchado al odio que despierta entre sus enemigos, sujeta su alma por los grilletes de la ambición y la seductora caricia del poder, el personaje que encarna como nadie Johnny Depp ha irrumpido de nuevo en nuestras vidas. Este pirata, heterodoxo como un hincha del Barça nacido en Chamberí, ha salpicado nuestras asombradas caras con toda suerte de olas enfurecidas, gruesas y hediondas gotas de sudor, intrépidos lametazos de sangre y mortales círculos trazados por su espada y la de su encarnizado oponente, el corsario Davey Jones, y lo ha hecho en plena canícula, cuando el asfalto de nuestras ciudades suplicaba un respiro en medio de las pisadas de guiris desorientados en busca de una cara amiga que les diga dónde está el Museo del Prado.

Pero no ha sido el único que ha regresado. El ajustado cuerpo de Superman, embutido en ese traje hecho a la medida de un superhéroe capaz de acabar con el villano Spacy, ha vuelto a surcar los cielos de Metrópolis y ha sido capaz, una vez, de enamorar a una Lois Lane un tanto disgustada con la repentina marcha de su amado quien, recordemos, tuvo que abandonar la Tierra en busca de sus orígenes.

Estos dos párrafos, que han servido como introducción, pretenden llamar la atención sobre algo que ya se está convirtiendo en una costumbre en el cine norteamericano. Hollywood le ha pillado gusto a eso de producir segundas y/o terceras partes de los productos que fueron éxito mundial en una primera entrega. Pero eso no es malo; au contraire: es bueno si las segunda partes lo son. Que es el caso. Tanto las aventuras de los piratas más guapos que hayan surcado los siete mares como los peligros que tiene que afrontar el alter ego de Clark Kent son el eje argumental de dos películas dignas de ser vistas con entusiasmo y de convertirse, en muy poco tiempo, en producto cultural merecedor de ser coleccionado. Se trata de dos películas que responden a la expectación, que entretienen (eso también es cine, amigos puretas), que colaboran con nosotros para que pasemos una estupenda tarde/noche de cine y que resisten, sin problemas, una segunda y tercera vez. Porque, a ver: ¿hay muchas películas que hayas visto últimamente, amado lector, que sean capaces de cumplir estos requisitos aquí relatados? Pues eso.

Y todo lo que hemos escrito sobre dos de los estrenos más potentes del verano sucederá con una película española que se estrena estos días. “Alatriste” va a ser una de las sensaciones de la temporada, y no es algo que podamos decir con frecuencia de una película española. Estamos acostumbrados a esperar mucho de las obras de Almodóvar o de Amenábar (y pocos más, no nos engañemos) y siempre se trata de películas “de autor”, con tramas y excelentes interpretaciones de los actores, es verdad. Pero “Alatriste” es una película que cumple los requisitos para ser catalogada como cine de género, con un gran despliegue de medios artísticos y económicos y que no encaja con la imagen de película española. Lo que nos han adelantado los trailers ya supone motivo para ir a verla, por espectacular, por diseño artístico, por su grandiosidad, pero me gustaría añadir otra razón para no perdérsela: el autor de la novela en que se ha basado el guión, Arturo Pérez-Reverte, ¡está encantado con la película! Bueno, bueno: no me dirás que eso sí que es raro, ¿eh? Así que nos encontramos ante un producto bien hecho y que satisface a todo el mundo. ¿Hemos dejado de ser españoles, así, de repente o es que “con dinero chifletes”?

En fin: otoño amable el que nos espera, delicado momento para el disfrute cinematográfico y cálida ocasión para mirar de frente a quien se atreve a darle la mano a los retos. Sea.

Juan Antonio Pérez-Bello

Aquella, mi pequeña Marilyn

(Publicado en BALCEI)

Cayó hace algún tiempo en mis manos un ejemplar de BALCEI de Julio de 1998. En él se leía un artículo que llevaba por título “Y Marilyn tocó el oukelele” y la gracia del mismo, si el lector tuvo a bien conceder que la tenía, residía en una discutible selección de diez películas que al autor le apetecería ver en la magnífica y experimentada pantalla de la Sala Alcor 82. Escribía el escribidor que eran diez apuestas por el cine, en grande, en serio, en memoria, por lo imposible del desafío, pues en pocos templos del Séptimo Arte podría el espectador degustar la ácida ternura de “Tiempos Modernos”, la terrosa majestuosidad de “Lo que el viento se llevó”, la maniatada sensualidad de “Casablanca”, la extensa virilidad de “El hombre tranquilo”, la inacabable alegría de “Cantando bajo la lluvia”, el acerado misterio de “La noche del cazador”, la inocente insurrección de “Rebelde sin causa”, el melódico humor de “Con faldas y a lo loco”, el vidrioso discurso de “Viridiana” y la melancólica ilusión de “Bienvenido Mr Marshall”. Lo escribía y no dudo de su sinceridad o, al menos, de su deseo. Y ocho años después recojo la idea y la completo con otras diez propuestas. Lo dijo Wilde:” Puedo resistirlo todo menos la tentación”.

Daríamos una primera vuelta a la manivela para ver “Indiana Jones y la última Cruzada”, por su frescura, por los diálogos entre Connery y Ford y por el atrevimiento de sus escenas de acción. Diríamos que “El gran Dictador” sigue constituyendo la más firme de las voces contra la barbarie. Pondríamos en pantalla “La gran evasión”, por ser el más ancho de los cantos a la libertad. Descenderíamos al lado oscuro de la fuerza para pulsar el botón del arma que acabe con la Estrella de la Muerte en “La Guerra de las Galaxias”. Bordearíamos las aceras del amor primerizo para caminar “Descalzos por el parque”. Rasgaríamos nuestras guitarras de adolescentes para cantar en la azotea de nuestro recuerdo ‘Get back’ en “Let it be”. Suspiraríamos ante la inteligente belleza de Redford y Newman en “El golpe”. Ensancharíamos nuestros pechos al respirar el aire rojo de “Bailando con lobos”. Convertiríamos nuestro recelo en manos abiertas al ver a la Hepburn y Tracy en “Adivina quién viene esta noche” y le propondríamos a cualquier geniecillo de la cultura que se abrazase al gran Wells al contemplar la maestría de su “Ciudadano Kane”. Todo eso haría. Todo.

Juan Antonio Pérez-Bello

El mejor abrazo a la Libertad

(Publicado en BALCEI en Marzo de 2005)

La primera vez que los colegios de Alcorisa decidieron salir juntos a la calle para celebrar el Día Escolar de la Paz y la No Violencia eligieron un lema que parece haberles guiado a lo largo de todos estos años. “¿Eres caPAZ?”. Sí, eso nos preguntaban a todos los alcorisanos y ciudadanos del mundo en general, como si nos planteasen un esbelto desafío sabiendo, o creyendo saber, que íbamos a hacer todo lo posible por que así fuera.

Dicen que la primera vez tiene un encanto que no se vuelve a vivir por mucho tiempo que transcurra, pero nosotros nos atrevemos a contradecir el tópico y podemos asegurar que todas y cada una de las ocasiones que hemos unido esfuerzos en torno a esta idea se ha logrado que la emoción suba un punto más que el año anterior.

Corría el año 1993 cuando iniciábamos este largo y amable camino, lleno de ideas comunes, codos con codos, compromisos de todos, trabajo de abajo a arriba y música, sobre todo mucha música. Y letras, muchas letras para llenar los vacíos y completar los silencios que a veces nos ha dejado la miseria ajena o la tristeza propia. Pero ante todo estamos contentos porque sabemos que la celebración del Día de la Paz es la culminación de un montón de labores escolares y familiares que se llevan a cabo en las aulas de nuestros centros, donde tantas tareas se organizan siempre buscando la solidaridad y la libertad.

Este año ha lucido el sol. No podía ser de otra manera, porque es hermoso recordar que todos los años el cielo ha nacido azul en un día como este y nunca nos ha faltado la blancura de la primavera adelantada. Si acaso, queremos decir que en esta ocasión nos ha temblado un tanto la voz porque no estábamos todos. Faltaba Sergio, sí, aunque pusimos todo nuestro empeño para que las palabras de Darío, escritas con fortaleza por Carmen, su señorita, resonasen con fe en nosotros. Y así fue.

Y queremos citar en este artículo las palabras de Eva Almunia, Consejera de Educación del Gobierno de Aragón, quien aceptó la invitación que la Comunidad Educativa de Alcorisa le hizo para acompañarnos en un día tan nuestro. “Director, quiero que traslades mi felicitación a todos tus compañeros y compañeras por el trabajo bien hecho y por darnos tanta alegría hoy”. “Gracias, Consejera, no dude que así lo haré”, fue mi respuesta. Y así lo hice, sabiendo que todos nos sentimos reconfortados cuando nuestro trabajo, muchas veces callado y oscuro, es conocido por nuestros conciudadanos y reconocido por quien nos representa. Y ojalá nuestro maestro de ceremonias siga dando muestras de vida cuando nos invita a ponernos los guantes blancos y cantar al unísono: “...por allí viene la libertad: es la paloma de la paz”.

Juan Antonio Pérez-Bello

La televisión y el ocio

(Esta charla la ofrecí en Alcorisa, Noviembre de 2005)

El motivo de este artículo es reflexionar sobre el tiempo libre y la forma de emplearlo de una manera razonable, creativa y positiva. El tiempo libre, que es, seguramente, el tiempo menos libre de que disponemos, pues es un espacio temporal que procuramos organizar en provecho propio y de nuestros hijos pero que se ve sujeto a múltiples hipotecas de todo tipo: la fuerza de la oferta consumista, la dificultad de llegar a acuerdos con los niños y los jóvenes, los límites que nuestras ciudades y pueblos nos imponen, las primeras por su vertiginoso ritmo y los segundos por la falta de o escasez de ofertas, y, por último, la gran cantidad de mensajes, muchas veces contradictorios, que hacen que en más de una ocasión nos encontremos enredados en una maraña de confusión.

El tiempo libre es un concepto que se deriva de la segunda revolución industrial y hay que recordar que es una realidad que sólo disfrutan las sociedades desarrolladas, como la nuestra, si bien ya hay voces que van más allá y la denominan “La sociedad de la opulencia”. Esto, que movería a debate y nos obligaría a reflexionar sobre nuestra sociedad como un tiempo y un espacio de encuentros y desencuentros, merece la pena ser tenido en cuenta hoy, que pretendemos movilizar nuestras conciencias y dinamizar nuestras mentes para poner negro sobre blanco en un tema que nos preocupa pero ante el que difícilmente nos ponemos de acuerdo.

Antes de llegar a ninguna conclusión sobre el uso que del tiempo libre hacemos unos y otros, adultos y jóvenes y niños, es necesario exponer algunas circunstancias que conforman una realidad objetiva.

Vivimos en la sociedad del conocimiento. Es este un término que ha hecho fortuna pero sobre el que difícilemnte hay acuerdo. Sociedad del conocimiento, sí, pero ¿para quién? ¿Sabemos hoy más que hace 30 años? ¿Conocemos mejor nuestra realidad? ¿Comprendemos lo que sucede a nuestro alrededor y somos capaces de gestionar más acertadamente los conflictos que vivimos? Sociedad del conocimiento, pero ¿cuáles son las fuentes de ese conocimiento? ¿De dónde bebemos?

Ha sido comúnmente aceptada la idea que habla de una sociedad, unos ciudadanos más y mejor formados, pero en muchas ocasiones las instituciones clásicas y tradicionales encargadas de la educación de nuestros ojóvenes (la familia, la escuela, las pequeñas sociedades humanas) siguen empeñadas en transmitir la cultura y los conocimientos de un modo absolutamente ineficaz, pues aunque los mensajes sean válidos, ocurre que ni los emisores están acertados, ni los receptores están dispuestos ni, y sobre todo lo demás, los canales son los adecuados.

Pongamos un ejemplo. Suele suceder que cuando en clase o en la familia se va a hablar de un tema determinado, en muchísimas ocasiones los chicos ya han oído o visto algo sobre él en telelvisión. Recordemos que la media diaria de horas enfrente de la televisión es de más de 3 horas en nuestros niños y jóvenes, y siempre durante su tiempo libre.

Las llamadas Nuevas tecnologías ocupan hoy un espacio extraordinariamente importante en nuestras vidas pero sobre todo, y de manera esencial, en las vidas de nuestros jóvenes y niños. Por mencionar tan sólo las máquinas más usuales, la relación debe incluir el ordenador, internet, la play (en cualquiera de sus modalidades), gameboys o similares, teléfonos móviles, en su doble faceta de teléfono y máquina de juegos, reproductores mp3 y cámaras de fotos digitales y/o teléfonos con cámara de fotos y vídeo integradas.

Queda claro, pues, que si hablamos de tiempo libre necesariamente tenemos que hablar de televisión y nuevas tecnologías. No hay posible reflexión sobre el tema sin tener en cuenta esta realidad. Así que, puesto que esto es así, hablemos.

Nuestros niños y nuestros jóvenes viven en dos mundos distintos: el de la Televisión y el de la Escuela y la Familia (Ely, 1980). Y aún se podría decir más: nuestros jóvenes y nuestros niños viven dos mundos distintos. Esta pequeña diferencia semántica nos permite concretar una idea clave: el lenguaje de los jóvenes es audiovisual. ¿Qué quiere decir esto? Y sobre todo: ¿qué tiene que ver con el el tiempo libre y los jóvenes?. La respuesta es simple pero compleja: si hablamos de tiempo libre tenemos que hablar de televisión. Por varios motivos: porque emplean mucho de su tiempo libre en ver TV y porque reciben de la TV mensajes de todo tipo que difícilmente podemos contrarrestar. Además, la televisión ofrece un visión parcial y fragmentada de la realidad.

Son tres afirmaciones que aceptamos todos y que reflejan las cosas tal y como son. Ahora bien, no son reproches. Y no lo son porque la primera afirmación (emplean mucho de su tiempo libre en ver TV) no tiene por qué ser necesariamente negativa. Hay estupendas películas, o emocionantes partidos de fútbol, o vibrantes concursos televisivos, o desternillantes series de dibujos animados que nos mantienen dos o más horas frente al televisor y son más beneficiosas que 30 minutos de estupideces comprimidas en una propuesta televisiva de baja calidad. Por tanto, no siempre cantidad es igual a efecto pernicioso.

La segunda idea ("reciben mensajes de todo tipo...") se refiere a situaciones en que nuestros jóvenes y niños han aprendido a ver TV sin un adulto al lado que les enseñe los valores que queremos transmitirles. Por tanto, entonemos nuestro mea culpa en la medida que corresponda.

Por último, la tercera idea se refiere a algo digno de Pero Grullo: obviamente la TV nos muestra una realidad parcial y fragmentada. ¿Y qué no? ¿O acaso vivir en un pueblo no nos muestra una realidad parcial y fragmentada? ¿O vivir en Madrid? ¿O acaso perciben la misma realidad el niño de años que vive en una gran ciudad y ocupa 1 hora y 20 minutos diariamente para ir de su casa al Colegio y regreso que el niño que vive en Alcorisa y apenas ocupa cinco minutos para llegar a la escuela?

Se ha simplificado demasiado el papel de la TV en nuestra sociedad, donde se siguen manejando demasiados tópicos y suficientes verdades absolutas que nos impiden ver la situación con calma y claridad. Deberíamos ser capaces de superar todas las contradicciones que sufrimos y que nos impiden comprender muchas de las situaciones que esta tarde se han apuntado aquí. Solemos adoptar actitudes muy agresivas contra la televisión (recordemos que hemos aceptado que nuestros jóvenes y niños pasan más de 3 horas al día con/junto/enfrente/al lado de ella), pero no se suele dedicar tiempo a formar buenos telespectadores. Además, acusamos a la TV de muchos de los males que aquejan a nuestros jóvenes y niños e incluso le echamos la culpa del fracaso escolar. Esto quiere decir que reconocemos que la TV es un ente poderoso. Sin embargo, educamos (en casa, en la escuela...) como si no existiera. O como si fuera totalmente inofensiva (cosa que ya hemos visto que no es), o como si no hiciera falta preparase para enfrentarse a ella.

Por último, es cierto que la TV es una nueva manera de ver el mundo. Nuestros jóvenes y niños ven, conocen, perciben el mundo, en muchos casos, a través de la TV. Y la TV es un medio de comunicación muy peculiar, porque tiene carácter unidireccional, porque la hegemonía corrsponde a la imagen, por la tiranía de las audiencias y porque a día de hoy la imagen tiene más credibilidad que la palabra. magen.

Todo esto, y mucho más, es la TV. Una herramienta comunicativa que copa el tiempo libre de nuestros hijos a la que no podemos darle la espalda y quizás puede ser este el momento adecuado para hacer la gran pregunta que puede servir para abrir mentes y ventanas con el fin de que entre viento fresco y nos clame la inquietud, que nos haría mucho bien: ¿Qué podemos hacer nosotros? Pues mucho y poco. Mucho, porque podemos saber lo que hay, que es una forma muy inteligente de acercarse a un problema. Y poco, porque a veces los árboles son tantos que nos impiden ver ese magnífico bosque que hay en todas las casas y que sirve para oxigenar nuestra comunidad.

Lo que hay es que los educadores (recuerden, escuela y familia) seguimos anclados en la cultura del libro. Seguimos mostrando el saber y los valores que queremos transmitir de una forma jerarquizada, cerrada, acabada. Seguimos intentando que nuestros mensajes lleguen a nuestros hijos y alumnos mediante frases enteras y claes magistrales, que tienen un principio y un fin. Es lo que se llama el discurso de la jerarquía. Sin embargo, nuestra cultura ya no es una cultura de imprenta, tal y como Gutenberg la imaginó. O por lo menos, no sólo. Es una lectura válida de la realidad, pero limitada. Antes al contrario, si queremos empezar a leer bien nuestra realidad deberemos acordar que nuestra cultura es eminentemente audiovisual y, por tanto, en afortunada expresión de Abraham Moles, una cultura mosaico, hecha de flashes, de fragmentos dispersos que es preciso compaginar y recomponer en la mente del espectador.

Pongamos un ejemplo: conocemos el programa de más éxito de los últimos meses: OT. Este programa se compone de muchos microprogramas: resúmenes diarios, los chicos cantando, los chicos bailando, comiendo, llorando, riendo...¿Alguien de la sala recuerda haber visto de una forma completa el plató donde se celebran las galas? Yo, no, y les aseguro que he seguido el programa. Sin embargo, muchos seríamos capaces de imaginarnos cómo es ese espacio y eso que el realizador ha jugado con nosotros en todo momento con planos parciales, cortos, movimientos escalofriantes de grúa, claroscuros, zooms vertiginosos, primeros planos...En todo momento ha utilizado un modelo expositivo de cultura mosaico y ha conseguido su propósito, no lo duden. Pues bien, ese tipo de lenguaje, nuestro jóvenes, nuestros niños, lo dominan. Han nacido y crecido con él y nosotros nos empeñamos, sin embargo, en hacerles llegar nuestros mensajs de una manera lineal, jerarquizada, cerrada.

¿Qué pretendemos decir con todo lo aquí expuesto? ¿A dónde queremos ir a parar? A muchos sitios, la verdad, pero a uno en concreto: hoy, en el año 2005, la televisión forma parte de nuestras vidas. En algunos casos, en algunos momentos, es nuestra propia vida y todas las nuevas formas de expresión que las Nuevas Tecnologías nos proponen tienen un componente común: la imagen y la palabra. Aprender a convivir con ella, a compartirla, a convertirla en nuestro mejor aliado será la mejor de las decisiones que podamos tomar, sobre todo si queremos que el tiempo libre de nuestros jóvenes y niños deje de ser un problema y se convierta en una ocasión única para estar más cerca unos de otros.


Juan Antonio Pérez-Bello

El constructor de golpes blancos

(Publicado en BALCEI, Mayo de 2007)

Recibí un e-mail. Me pasa mucho últimamente. Abrir el buzón es como un breve ritual que acompaño con algunas gotas de expectación y un buen caudal de descreimiento, aunque ya sé que esta palabra debería utilizarla si hablamos de religión, que, bien mirado, tampoco está tan mal, pues hay algo de divino en esto del cine. O demasiado divismo entre los pazguatos, que también.

Recibí un e-mail o, por lo menos, descubrí que lo había recibido la tarde del sábado, que recordarás fue una especie de mar ordenado en medio de la que debía ser la mayor de las tomentas. Sin embargo, esa tarde no me quisiste ver y debí decidir que la mejor medicina era abrir la carpeta de los mensajes esperados y, casi siempre, deseados. Fue lo que hice y allí pude leer el breve texto que mi amigo Pablo había inventado para que yo lo leyera y extrajera de aquellas líneas la tristeza que me produjo saber que nuestro buen D. Matías estaba enfermo y había sido ingresado en un hospital para averiguar qué le ocurría, además de guardar en sus bolsillos y en su memoria sus más de setenta años bien leídos, claro.

Marqué el número de teléfono que venía en la guía y la voz que me respondió, sin que aún pueda saber por qué, consiguió transmitirme una calma que en ese instante necesitaba. Ni la conocía ni me explicó, pero fue como si una breve sonrisa que no podía ver me acompañase en mis temores y apagase mi preocupación.

- Le paso, no se retire.
- ¿Don Matías?
- Sí, soy yo, dígame.
- Don Matías, ¡qué alegría escucharle! ¿Cómo se encuentra?
- ¡Hombre, hombre! ¡Si no te había conocido! Muy bien, joven, muy bien. ¿Cómo has sabido que estaba hospedado en este...hotelito tan chic? Que yo sepa la prensa no ha publicado nada.Su risa me llegó calmada y suave, pero muy clara, y eso fue lo que me hizo pensar que había ocasión para la charla.
- Estas cosas se saben y además, tarde o temprano...Pero bueno, lo importante es que usted se encuentra bien y esto no va a ser nada de importancia.
- Desde luego. Debes estar tranquilo, que aquí todo está bien. ¿Y vosotros? ¿Qué tal estáis? Hacía tiempo que no teníamos ocasión de hablar. ¿Qué hay de nuevo por esas pantallas que el diablo carga? Seguro que seguís tan curiosos como siempre.
- Pues mucho y nada, ya sabe. A mí me gusta pensar que hay más de bueno que de malo, pero tengo un par de conocidos un poco cenizos que no hacen más que echar leña al fuego de la medicoridad y me tienen frito; que si no hay historias, que si fallan los guiones, que si esto es lo de siempre...
- Pues diles a esos amiguetes tuyos que de eso nada, se preparen, que hay mucho bueno que saborear y todo consiste en saber buscar. Por ejemplo, los trabajos de la Verdú.
- Pues eso es lo que yo digo, que siempre hay momento para encontrar noticias que nos animen. Yo también he sabido que este año Maribel Verdú nos tiene preparadas varias joyas, ¿a que sí?
- Para empezar, “El niño del barro”, una película de un joven director gallego que se llama Jorge Algora y en la que nos cuenta una historia que sitúa en Buenos Aires, en el año 1912.
- Es una historia de asesinatos inexplicables, ¿verdad?
- E inexplicados, pero el protagonista es un niño que tiene sensaciones paranormales y eso le convierte en el principal sospechoso. Tiene buena pinta.
- Pero este año va a estrenar dos o tres películas más, si no me equivoco.
- Sí, otras tres películas.
- Este parece que va a ser su año.
- ¿Su año? Esta mujer se merece que reconozcamos que es una de nuestras mejores actrices europeas. Y ma parece que estas películas van a ayudar a que eso sea así. Fíjate: “Trece rosas”, dirigida por Emilio Martínez Lázaro y que está basada en una novela de Carlos Fonseca que nos cuenta la trágica historia de trece jóvenes militantes socialistas que fueron fusiladas poco después de finalizar la Guerra Civil. Otra película que protagoniza es “Oviedo Express”, de Gonzalo Suárez, con Jorge Sanz y Aitana Sánchez-Gijón y cuyo eje central es un fantasmagórico tren que llega en la noche a la ciudad y en el que viajan los actores que representarán la adaptación teatral de ‘La Regenta’, quienes serán los protagonistas de las pasiones y delirios que se desatan con su presencia.
- Y por último, “Siete mesas (de billar francés)”.
- Así es, de Gracia Querejeta. Fíjate que estamos hablando de grandes nombres de la dirección que han tendio en cuanta Maribel Verdú para us strabajos. Tanta coincidencia no puede ser casualidad.
- No, desde luego.
- “Siete mesas...” ya fue presentada en un esperadísimo avance en el pasado Festival de Málaga y nos presenta a dos mujeres que unen sus vidas para levantar un viejo negocio de billares con el fin de encontrar un medio para vivir y, además, darle un sentido a sus vidas.
- Tengo entendio que la propia Verdú ha dicho de esta película que es una obra de arte.
- Sí, yo también lo he leído y conociendo a la directora la espero con verdadero interés.
- Y lo que viene de América no es moco de pavo.
- Sí, ya sé que tienes ganas de hablar de “Spider-man 3” y “Piratas del Caribe: En el Fin del Mundo”.
- Es inevitable. Sí, y ya sabes que a mí también me gusta el cine de aventuras y disfruto como un niño, que, por cierto, conviene serlo de vez en cuando para mantenerse en forma.
- Las iremos a ver, ¿no?
- ¡Por supuesto! Seríamos necios si nos perdiéramos semejante derroche de acción, aventura, excesos y magia, pero de ellas vamos a oir hablar mucho, en muchos sitios, y me apetece más hablar de otras cosas. ¡Si creo que hasta en tu programa de radio estáis preparando algo especial!
- Bueno, Don Matías, no me ruborice. Sí, algo de eso a¡hay, pero ya le contaré, ¿le parece?
- Claro, hombre, claro. Y cambiando de tema, ¿qué te parece “La vida de los otros”?
- ¿Que qué me parece “La vida de los otros”? Pues que es una de la smejores películas europeas del año y que incluso a la Academia de Hollywood le ha parecido así, porque le han concedido el Oscar a la Mejor Película en Lengua No Inglesa.
- Estamos de acuerdo. A mí me parece uno de los films más bellos, emocionantes y fascinantes que he visto en los últimos tiempos. La historia de ese policía de la República Democrática de Alemania al que se le encarga vigilar a una pareja en plena época de sospechas y miserias y la manera en que va cambiando su visión de la vida es un ejercicio narrativo de gran altura cinematoghráfica.
- Pues le daré una buena noticia: es posible que la veamos en Alcorisa próximamente.
- Esa sería una excelente noticia, muchacho. Como lo sería que pudiéseis ver “La fuente de la vida”, de Daren Aronofsky.
- Aún no he podido verla, Don Matías, pero he leído tanto y tan bueno sobre ella.
- Y no me extraña, porque es una película tan sugestiva que no hay sino que ir a verla. Es una historia que nos lleva de calle de principio a fin y uno no puede por menos que acompañar a ese hombre en su lucha a través del tiempo para salvar a la mujer que ama. Desde la España del siglo XVI hasta el profundo espacio del futuro siglo XXVI no te quedará más remedio que abrazar al personaje en su búsqueda del árbol de la vida, la entidad legendaria que otorga la vida eterna a aquéllos que beben su savia, para intentar salvar la vida de su esposa enferma de cáncer.
- Son películas que atraen desde luego. Por cierto, que dentro de muy poco van a estrenas otra película de su admirado David Fincher.
- Sí, ya sé que te refieres a “Zodiac” y tienes razón cuando dices que admiro a Fincher. Debemos considerar que ha dirigido algunas de las películas más inteesantes de la última década. ¿Te atreves a recordarlas?
- Bueno, Don Matías, esto es una pequeña encerrona, ¿eh? Pero sí, me atrevo. Vamos a ver: “Alien 3”, “Seven”, “The game”, “El Club de la Lucha”, “La habitación del pánico”...
- ¡Muy bien!¡Prueba superada! Creo que no te has dejado ninguna, hijo, así que recuérdame que te felicite en persona la próxima vez que nos veamos.
- Gracias, Don Matías, pero no quiero cansarle más, que no se encontrará usted con ganas de...
- ¡De eso nada! Estás siendo mi mejor terapia, te lo aseguro. Estos médicos se han puesto un poco pesadicos, pero, y lo entiendo, es su trabajo, así que nada, nada, vamos a lo nuestro. ¿Dónde estábamos?...¡Ah, sí! Hablábamos de Fincher. Pues eso, te decía que es un tipo que explora como nadie el lado oscuro de nuestra sociedad y de las miserias humanas y en “Zodiac” lo logra una vez más, a través de un asesino en serie que aterroriza San Francisco y en cuyo caso trabajan policías de cuatro distritos aunque los verdaderos protagonistas son dos periodistas y dos inspectores que dedican su vida a seguir cada una de las pistas y cartas codificadas que deja el criminal.
- ¡Rayos! La cosa promete, ¡ya lo creo!. Y cambiando de argumento. ¿Qué le parecen las comedias que llegan a los cines? Por ejemplo, la última de Hugh Grant, “Tú la letra, yo la música”.
- Pues que es la comedia que le tocaba hacer este año y que se trata de una película solvente, bien hecha y con momentos de auténtico humor y que si te gustan este tipo de películas y el tipo te cae bien, debes ir a verla.
- No le veo muy entusiasmado, Don Matías.
- ¡Oh, sí, no te creas! Si yo tambiñén disfruto con este tipo de pelñiculas, pero comprenderás que después de hablar de David Finchier necesito un poco de tiempo para recuperarme, je, je. Además, hay que decir que el argumento tiene su guasa, porque cuenta la historia de una vieja gloria del pop de los 80 venida a menos que formó dúo con otro colega que sí ha conseguido triunfar. Me suena mucho a lo que le ocurrió al grupo de este chico que se llama...
- Georges Michael, y su grupo se llamaba Wham!
- Eso mismo, que ahora nadie se acuerda del otro miembro del dúo, ¿verdad? Pues algo parecido. Además, a gente de tu generación les va a hacer mucha gracia verse reflejados. ¡Ay, esa estética de los cohenta!- Bien, Don Matías, no siga por ahí que va a desvelar usted secretos bien guardados y no es cuestión.
- No, si yo sólo digo que prestes atención a la escena con que se inicia la película, que te vas a reir un rato...de ti y tus viejos tiempos.
- ¿Y Willis? ¿Qué tal le cae Bruce Willis?
- ¿Willis? Muy bien. Me parece un actor más valioso de lo que la gente cree. Ha sido capaz de hacer cine comercial puro y duro y películas con cierto sello de calidad. Por eso lo valoro mucho. Me parece un currante del cine, en el mejor sentido de la palabra. Y me vas a preguntar por “Seduciendo a un extraño”, ¿verdad?
- Verdad.
- Pues va a tener su punto, que dice mi nieto Alex. Yo creo que es una de esas películas correctas que permiten oasar un rato muy entretenido y ya está. La historia de una mujer que entra en un chat de contactos sexuales para averiguar quién ha asesinado a su amiga es un tema más actual y real de lo que te parece. Me refiero a la primera parte del enunciado, claro está.- Don Matías, va a conseguir que me ruborice. ¡No me diga que también conoce usted el mundo de los chats!
- ¿Hace falta que te responda?
- ¡Ja, ja, vale: touché! Corramos un velo, okey.
- Okey. En fin, hijo, que como ves les puedes decir a tus amigos que en el mundo del cine todavía hay mucha tela que cortar. Y nos dejamos muchas cosas en el tintero, que conste.
- Sí, Don Matías, ya lo sé, pero me parece que ahora sí es momento de dejarlo. Me habría gustado hablar de “Sunshine”, por ejemplo...
- Es una interesante muestra de cine de ciencia ficción.
- O de “nº 23”...
- Hum! Un tanto pretenciosa la he encontrado.
- O de “Cerdos salvajes”...
- Te diré que me sorprendió gratamente. Además, adoro a John Travolta y muestro mi veneración por uno de los actores más efectivos que tiene el cine americano: William Macey.
- O sea, que aún tendríamos para un buen rato.
- Sí, pero si te parece te puedo proponer una pequeña colaboración en tu programa, ¿cómo se llamaba?...¡Ah, sí! ¡Tiempos Modernos!
- No, Don Matías, ya no. Ahora se llama “Los Puentes de Madison!”.
- ¡Caramba! No ha estado mal el cambio. De Chaplin a Eastwood.
- O del futuro al recuerdo.
- Pues también. En cualquier caso, sigue en pie mi propuesta. ¿de acuerdo?
- En pie. Como los 300.

Juan Antonio Pérez-Bello