domingo, 20 de septiembre de 2009

De un susurro naciste

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(Juan Antonio Pérez-Bello)
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La alegría adecuada a tu piel acariciada
sirvió la mejor de tus sonrisas.
Ahí encontré las gotas de la plenitud,
las que me agotan el deseo,
las que nublan mis ganas de noche e infinito,
el mismo que me estremece cuando no hay luz en tu mirada.
Siento la fuerza del hoy acabado,
acostado y mortecino cuando no estás,
cuando me falta tu cuerpo añorado y temido,
el que se atreve con el fondo de la carne buscada y llorada,
el cuerpo que se agolpa en mis músculos tersos
y dispuestos al embate del mar.
El sudor compartido es el mejor alimento,
la muerte viva de los golpes de amor
que encuentran el rastro de la lluvia femenina.
Ese sudor me lo bebo a solas
porque la soledad tiene olor a cielo alcanzado,
a nubes estiradas entre tanto grito de orillas logradas.
Y si llego, que tú estés allí.
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