miércoles, 25 de julio de 2007

La fortuna de ser afortunado

(Publicado en BALCEI, Enero de 2007)

El pasado mes de Diciembre se celebró la XI edición del Festival de Cine de Jóvenes Realizadores de Zaragoza. Se trata de una de las citas más frescas, dinámicas y activas que tienen lugar en España cada año y que se desarrolla gracias al empuje y la obstinación de la Asociación “El Gallinero” y sus afanosos miembros, entre quienes destacan José Luis Anchelergues, Archy, y Miguel Ángel Marco. En la organización del evento hacen falta muchas colaboraciones para que el mismo sea posible, como la del Ayuntamiento de Zaragoza, que lo hace a través de su Concejalía de Juventud. Sin embargo quizás las más valiosas, por el cariño con que impregnan estos días las pantallas zaragozanas, son las de los amigos y gente del cine que se acercan hasta ZGZ para darle forma como ejemplo de proyecto común.

A Archi tuve ocasión de conocerle hace algunos años, cuando Maestrazgo Imagen era una realidad peculiar, innovadora y apuesta, como un joven ávido de pasiones y aventura. Aquellos días logramos que todo los festivales y muestras de cine que se celebraban en nuestra tierra uniesen sus esfuerzos para conformar lo que, durante un tiempo, fue la Red de Festivales de Cine de Aragón. Era ésta una iniciativa insólita en nuestra comunidad e, incluso, en España, pero lo que nació siendo una bonita esperanza acabó muriendo silenciosa y, eso sí, sosegadamente. En aquellas reuniones en las que también participaban los intrépidos José María Pemán, del Festival de La Almunia, o nuestro apreciado José Antonio Aguilar, de Fuentes de Ebro, se intercambiaban perspicaces frases, se compartían inteligentes ideas y se acompañaban sutiles mensajes que traslucían lo que todos queríamos que fuese el futro del cine en Aragón. Pues bien, de aquellas soleadas noches uno siempre guarda lo mejor que cada uno supo poner, y fue mucho, te lo aseguro, amable lector.

He mencionado a Archy y a Miguel Ángel Marco, y ambos tuvieron que ver con nuestra recordada muestra de cortometrajes aragoneses. El segundo no sólo como compañero de viaje, sino también como concursante en Maestrazgo (Territorio) Imagen, en el último Rally Audiovisual que se celebró en 2003. Desde entonces, siempre que nos vemos intercambiamos amistosas frases. Y fue precisamente en uno de esos encuentros en casa de Julián Martín, impagable y no sé si impagado colaborador de Alcorisa durante varios años, donde me propuso formar parte del Jurado del Festival de Zaragoza para elegir el mejor cortometraje español en formato de cine, mejor actriz, mejor actor, mejor montaje y mejor banda sonora. Recibí sus palabras con la lógica alegría e ilusión y dije que sí. ¿Volver a encontrarme con viejos amigos y sentirme parte activa de un acontecimiento de tal entidad? Dos razones seductoras que me cogieron de la mano y me llevaron el 6 de Diciembre al Hotel Catalonia, lugar de encuentros y combates, si es que la batalla del amor puede librarse tan cerca de la Historia y tan lejos de la soledad.

La mañana vino con una maleta de niebla debajo del brazo, pero en el hall del hotel me esperaba Archy y allí tuve ocasión de saludar a los otros dos miembros del Jurado: Pimpi y Antonio Sempere. Al primero ya lo conocía, pues este joven realizador turolense había visitado el Colegio “El Justicia de Aragón” junto a la periodista Silvia Barraca, de TVE en Aragón, para realizar un reportaje sobre nuestro Canal Pispotero, la Televisión Escolar de Alcorisa, en Octubre de 2004. Del segundo tenía referencias culturales: periodista, crítico de cine, escritor, su obra la conocía como lector, pero ese día tuvimos ocasión de compartir decisiones y charlar sobre cine.

Por delante, el visionado de veintitrés cortometrajes, todos ellos rodados en formato cine, que conformaban una buena muestra de lo que se hace ahora mismo en España. Directores más o menos noveles que cuentan para sus trabajos con actores desconocidos o figuras consagradas de la escena y la pantalla españolas. Pudimos disfrutar de los trabajos, breves en ocasiones, intensos siempre, de José Coronado, Imanol Arias, Santiago Segura, Cesáreo Estébanez o José Sancho, todo ello en dos sesiones largas pero interesantes en las que nos reímos, nos estremecimos, nos emocionamos, nos sorprendimos y, también, nos aburrimos o manifestamos nuestra indiferencia. Para romper la densidad del visionado, comimos juntos y lo pasamos muy bien en lo que fue una agradable y cálida sobremesa. No faltaron, por cierto, las palabras de ánimo y las frases ácidas hacia quien no sabe ver con la claridad del poema y sólo se siente vivo cuando transita los callejones oscuros de la necedad. ¡Ah, los páramos de la cultura que algunos cultivan con arados de estupidez!

Fue un buen trabajo, hecho con afecto e interés. Llegada la noche, algo que sucede prematura y desvergonzadamente en estas fechas, y una vez firmadas las actas que otorgaban carta de naturaleza a lo que allí se había decidido, bebimos una cerveza. La conversación se hizo la dueña de la reunión, seguíamos hablando aun sin dejar de trabajar, pues la actividad en la planta sótano del hotel, donde la organización había establecido la oficina del certamen, no cesaba. Después, las despedidas. Pero antes, el saludo de Archy y la frase, sobre la que me otorgo la licencia del silencio y el placer de la intimidad.

De vuelta a casa, recorrí algunas de las calles que contemplaron nuestras sonrisas juveniles y fueron cómplices de nuestros primeros besos. Las luces enredadas, los paseos cruzados, los aromas confundidos fueron los mejores compañeros de viaje en aquel recorrido decidido y regalado que me dispuse a saborear ajeno a ese violín al que la muchacha moldava acariciaba con la sabiduría de quien sabe mirar el cielo bajo el mar. Reanudar el pasado no es posible, ni siquiera aconsejable, pero a veces gusta darle permiso al corazón para que te diga, con la suavidad cómplice de quien te quiere, que hay momentos para ti y lugares para todos.

El sábado, 9 de Diciembre, tenía lugar la Gala del Festival en el Auditorio de Zaragoza. Había recibido la invitación para asistir a la misma y no dejé pasar ese tren ocupado por decenas de jóvenes creadores a los que les espera lo mejor y lo peor que la vida nos ofrece. Como a todos, por otra parte. Así, elegí la mejor de mis fortunas, le propuse un paseo por la noche de las pantallas blancas y aplaudimos el talento, escuchamos las voces nuevas y las palabras viejas, estas últimas pronunciadas por Fernando Guillén, y nos sentimos partícipes de aquel acontecimiento cuando los presentadores, guiados por la profesionalidad de Luis Larrodera, leyeron en medio de los nervios y la inquietud propias del momento, los nombres de los ganadores. No hubo premio mejor que vibrar con cada sílaba, sabiendo que una parte nuestra quedaba para siempre grabada en la historia del cine aragonés.

Juan Antonio Pérez-Bello

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