martes, 7 de julio de 2009

Al lado de esas traviesas (III)

Habíamos quedado citados en la esquina de la calle del pino para emprender el largo camino que nos llevaba cada quince días al campo de fútbol del equipo de la ciudad. Era un recorrido delgado, esbelto a veces, que completábamos con ritmo de cobre en formación desordenada, pero que servía para conocernos más y decorar nuestras espinillas con las piedras que saltaban a nuestro paso. Sólo faltaba Rubén, el más alto de todos, para emprender la marcha cuando aquel hombre que permanecía de pie, a unos cuantos metros de nosotros, desde hacía algunos minutos, se acercó hasta nosotros y nos preguntó si pensábamos ir al fútbol:

- Sí.

- Pues hoy llorará el cielo. Y serán lágrimas marrones.

(continuará)

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